miércoles, octubre 26, 2016

Agost y Macorina

El matrimonio Castelló, Mary y Manuel

Con motivo del estreno de la obra de Manuel Castelló, Macorina (La Virgen de la Sierra), me desplacé a Agost (Alicante), a casa del matrimonio Castelló, para poder asistir al evento el sábado, 23 de octubre, en Alicante, comentado en la web www.soria-goig.com

En mi blog personal quiero escribir aquello que no parece muy ortodoxo hacer en una crónica más o menos encorsetada. Y lo primero es dar las gracias a todos los alicantinos que han hecho posible que un modesto, pequeño e intimista relato mío haya llegado a sus oídos convertido en una suite sinfónica, y ha llegado porque más de mil personas acudieron a escucharlo. Me viene a la memoria aquel poema de Lope de Vega que comenzaba “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?”





 Las cúpulas de la Iglesia de Agosto y abajo el altar de la Virgen de la Paz


En primer lugar dar las gracias al maestro Castelló, compositor y querido amigo, por haber trabajado en ese texto durante tantas horas hasta llegar a convertirlo en algo suyo, que ya lo es. Desde luego a esa joven y espléndida soprano, Teresa Albero, y a la Voz, Ángel Luis Prieto de Paula, que leyó Macorina como si él mismo la hubiera parido. Por supuesto, al director de todo esto, José Manuel Castelló Sánchez. Y a Mary, “la condesa”, como la llama José del Campo, por su apellido, que es Gómara, soriana de Salduero, mujer de Manuel Castelló, que me ofreció, y yo acepté, su casa.

 Manuel Castelló en el Canalís

Alicante era una de las cuatro capitales de provincia que no conocía. La magnífica luz del Mediterráneo me cautivó, como sucede en otros lugares donde la misma luz, el mismo brillo, el mismo mar hace lo propio con ellas: embellecerlas. Bajo esa luz, bajo ese calor, se estrenó Macorina. La pobre, que nunca había visto el mar y soñaba con el de Finisterre, se hubiera sentido allí, no sé, tal vez poderosa, o tal vez, fuera de su Sierra, pequeña. Me inclino por lo segundo.

 Desde el Canalís

El viaje a Alicante, más concretamente a Agost, fue mucho más que el estreno de Macorina, con ser éste el motivo. Por ejemplo, la comida comunitaria por invitación de Manuel y José Castelló, donde (hay que darle el toque gastronómico) degustamos exquisiteces como un contundente arroz agostense con conejo, por ejemplo. Se prolongó hasta las siete de la tarde, y en ella estábamos todos los protagonistas de esa Macorina ya más alicantina que serrana. Hay que decir que los Castelló son, casi todos, músicos. En Agost todo el mundo está loco por la música. 


 Manuel Castelló y sus uvas del Canalís

Visité la zona antigua, morisca, el carrer Cantereríes, donde en muchas casas, hoy muy deterioradas, se ubicaban alfarerías. En la fachada de ellas se lee quienes fueron los alfareros que dieron vida a este pueblo mediterráneo. Desde la parte alta del pueblo, donde la ermita recién restaurada tal vez fuera mezquita, se ven las cúpulas de la iglesia, que da cobijo a la venerada Virgen de la Paz. De la tradición principal de Agost queda el alfar de Emili Boix y su mujer, Empar. El alfarero antropólogo trabaja la arcilla cual dios mitológico y graba los platos como los sumerios las tablillas cuneiformes.

 Emili Boix en su alfar de Agost

Faltaba el Canalís, “el campo” de Manuel. Un mas entre la rambla de la Zarza y la del Fontanar, rodeado de sierras: Maigmó, del Caballo, del Cid, de la Venta, Grossa, els Castellans, de los Moros, Ventós y, al fondo, el Mediterráneo. Un maravilloso espacio sembrado y trabajado por las mismas manos que trabajan y organizan los acordes. De allí salen membrillos, manzanas, granadas, uvas, aceitunas, hierbas de toda clase y aroma, hortalizas, en fin, un pequeño paraíso.

Todo Agost, todo Alicante, bulle de gente, de mar, de cálida temperatura, de calidez humana, de palmeras, de olor a especias. Han sido pocos días pero intensos, y volveré.