domingo, octubre 04, 2015

Lugares míticos de Jaén

Lugares míticos de Jaén
-Un paseo por dieciséis lugares imprescindibles para conocer la provincia-




Abrazado a tu cuerpo como el tronco a su tierra,
con todas las raíces y todos los corajes,
¿quién me separará, me arrancará de ti,
madre?
Miguel Hernández

Con este poema se abre el libro Lugares míticos de Jaén. Miguel Hernández vivió poco tiempo en Jaén, concretamente en un palacio de la calle Llana, pero el suficiente para dejar escrito un emocionante y reivindicativo poema convertido ya en himno de la provincia olivarera. También vivió el suficiente para acudir a bañarse a Jabalcuz. Quesada fue el lugar de nacimiento de su mujer, Josefina Manresa y donde, finalmente, ha ido a parar su legado.


Desde Puente Tablas. I. Goig

No sé si es bueno o malo que Jaén y sus tierras sean, a día de hoy, casi desconocidas, salvo el parque natural de Cazorla, Segura y las Villas. Rincones como los que se describen en esta publicación no se mantendrían auténticos en su casi olvido como si se destinaran al turismo. Eso no quiere decir que se abandone el patrimonio, riquísimo, de esta ciudad y su provincia. Como escribe Víctor Rodríguez Lledó en el prólogo,

La indiferencia causa más daño que cualquier tipo de vandalismo. Aceptar sin más el devenir de las cosas es una irresponsabilidad como ciudadano, si no nos gustan las políticas que aplican los que mandan -o las consideramos insuficientes o inexistentes- no podemos quedarnos de brazos cruzados; eso ya sabemos a lo que conduce: termas de Jabalcuz en estado de ruina, una Judería sucia y abandonada, el cementerio viejo cayéndose literalmente... Y esa no es la ciudad que queremos para nosotros, ni la que queremos dejarle a nuestros hijos.


Calle Llana. Casa donde residió un tiempo Miguel Hernández. I. Goig

El relieve hace de esta provincia un espacio mítico. Cuevas, fragosidad, antiguas culturas que han dejado para la posteridad un rico y variado patrimonio, donde destaca el íbero y su santuario de La Cuenva de la Lobera, y el romano, como las minas de El Centenillo, o Cástulo en Linares, o el oratorio rupestre de Valdecanales, cerca del embalse de Giribaile, por donde situamos mi hija Leonor y yo una parte de la novela La vida entre veredas. Pastos donde no cultivos, olivos en llanuras y bancales, todo ello gracias a los Sistemas Béticos, donde destacan la sierra Sur de Jaén, la sierra Mágina y las de Cazorla, Segura y las Villas. Y también, en la capital, un importante barrio donde habitaron judíos, hoy sefardíes, necesitado de algo más que de una gran Menorá. El agua acumulada en las sierras, que va encontrando el nivel freático por doquier, ha dejado en la ciudad monumentos como las fuentes de los Caños, la del Arrabalejo, y el raudal de la Magdalena con leyenda incluida.


Calle de Jaén. I. Goig

De todo lo anterior y mucho más dan cuenta los autores de este libro imprescindible. Como del viejo cementerio de San Eufrasio, lugar donde, por razones familiares como se comprenderá, acudía acompañada de mi abuela todos los domingos. De Otíñar, en la memoria familiar por ser casi todos otiñeros. De Jabalcuz, donde bajábamos los jiennenses a tomar el fresco cuando los calores del verano. O de la Peña de Almodóvar, lavadero público, a día de hoy con esculturas perfiladas en láminas metálicas que recuerdan a tantas mujeres lavanderas de familias que se lo podían permitir, como dice el autor.

Y como la unión hace la fuerza, esta publicación ha llegado a ser gracias a todos los que se relacionan a continuación, a quienes deseo sigan dándonos a conocer otros espacios, otros lugares, nuevas ideas y que vayan consiguiendo todo aquello que se propongan por el bien de una ciudad y una provincia realmente mítica.



Cementerio de San Eufrasio y Barrio Judío. I. Goig

Ficha de la publicación
Autores del texto

Rafael Cámara Expósito. El legado de una amplia minoría: la Judería.
Alejandro Casas Crivillé. El Centenillo. Baños de la Encina.
Rafael Alarcón Sierra. El oratorio rupestre visigodo de Valdecanales. Rus.
Manuel Palacios Ramírez. El cementerio de San Eufrasio. Jaén.
María Jesús Torres Soria. Santuario Ibérico de La Cueva de la Lobera. Castellar.
Alfonso Ramírez Contreras. Cástulo, puerto de encuentros. Linares.
Juan Cruz López. El refugio de la plaza de Santiago. Jaén.
José Manuel Almansa Moreno. La Iglesia de San Lorenzo. Úbeda.
Diego Polo Aranda. Paisaje y patrimonio cultural del agua. Pagalajar.
Ana María Tello Martínez. Jabalcuz. Jaén.
Estela Pérez Ruiz. Santa María de Cazorla: historia de una ruina inacabada. Cazorla.
José María Cantarero Quesada. El Castillo de Burgalimar: un otero varado sobre las aguas. Baños de la Encina.
Antonio Ramón Tudela Cárdenas. La Peña de Almodóvar. Jaén.
Silvia López Cano. La aldea de Mata Begid. Cambil.
Blas Prieto Sánchez. El valle del río Valdearazo. Valdepeñas de Jaén y Campillo de Arenas.
Juan Carlos Roldán Martín. Al Sur del municipio de Jaén: Otíñar.
Prólogo: Víctor Rodríguez Lledó
Epílogo: Jesús Manuel García Muñoz.


Castillo de Otíñar. I. Goig

Fotos: José Antonio Torres Escobar
Proyecto Forvm MMX
Blas Prieto Sánchez
Ilustraciones interior cementerio: Silvia López Cano
Diseño de cubierta: Gudmornin
Diseño y maquetación: Jesús Manuel García Muñoz
Revisores: David Hinojosa Sánchez, Ascensión Cubillo Villanueva y Jesús Manuel García Muñoz.

Jaén, Junio 2015
Crowdfundeado Verkami
Proyecto de Delirium Coder, S.L. Y Studio José Torres




viernes, octubre 02, 2015

Felipe González, el final de una época


Sin duda los dos partidos políticos mayoritarios de este país tienen, cada uno, una losa sobre ellos en las personas de los dos ex presidentes, González y Aznar. Si bien el segundo no puede derivar más hasta extremos, a González aún le queda algo de recorrido para llegar a igualarle, por la derecha, me refiero. Nada extraño en el presidente honorífico del Partido Popular, era de esperar que eso de hablar catalán en la intimidad y boutades parecidas, se trataba sólo de artimañas electoralistas. Pero lo de el otrora socialista, lo del Isidoro de la clandestinidad, tiene un análisis menos simplista, aunque a ambos les mueve el mismo sentimiento de haber pasado a mejor vida política y haberse convertido en abuelos cebolletas cargados de mala baba, que colocan frenos en las ruedas de las carretas de sus propios partidos.

Personalmente la actitud de Aznar me deja fría, porque nada esperaba de él, además de verle un poco guiñol, una caricatura de su propia caricatura. Pero lo de Felipe González es otra cosa. Hace décadas que se dedica a decepcionar a todos aquellos que esperaban de él, primero una conducta ética (que nada tiene que ver con la legal según Martínez Pujalte) hasta el final de sus días, después un magisterio acorde con el paso de los años y la experiencia. Algo así como la actitud de Julio Anguita.

Muy lejos de eso, cada fotografía de él, cada aparición, nos lo hace ver con la boca más torcida, la ceja más alta, y la nariz más respingona, es decir, más arrogante, pontificando sobre temas susceptibles de ser sometidos a análisis profundos, hasta llegar a lo temerario diciendo que Pinochet (el del golpe de Estado en Chile), respeta más los derechos humanos que Maduro. Que se lo pregunten a Víctor Jara y tres mil y pico más, pero allá en el limbo donde el militar les mandó.

Este comentario -el peor de todas las perlas que han salido de su torcida boca- no sólo es intolerable, sino nauseabundo, aún en las entendederas de un hombre que está cobrando (o ha cobrado) miles y miles de euros como consejero en empresas que él mismo privatizó, que cobra un pastón como pensión vitalicia, con la que, a decir de él mismo, no está de acuerdo, pero a la que no renuncia, como ha hecho Anguita con todas las prebendas a las que tiene derecho, porque son legales pero no éticas.


Este hombre convertido en no sé qué, debería jubilarse de una vez, dejar de vomitar bilis, hacer lo posible para relajar las facciones, y dedicarse a otras actividades. Por otro lado, el PSOE debería desligarse de él, ya tiene bastantes problemas con no remontar en votos, como para soportar el palo de Felipe González en las ruedas.