jueves, noviembre 26, 2009

Ysabellis y Mallorca



A mediados de noviembre fui invitada para acudir a Mallorca a fin de presentar la novela Ysabellis, Regine Maioricarum. Siempre presta para visitar la Isla, no dudé ni un instante en darme esa satisfacción y, sobre todo, volver a abrazar a mis queridos amigos mallorquines.

Quiero, desde aquí, dar las gracias a todos ellos, porque, una vez más, han conseguido que vuelva a la península deseando tornar cuanto antes a su hermosa tierra.

El jueves, día 12 de noviembre, la novela fue presentada en el Consell Insular, magnífico edificio neogótico, por el catedrático de la UIB, Gabriel Ensenyat, presidido por el consejero Cosme Bonet. Al día siguiente, en un acto organizado por el escritor e historiador mallorquín Pere Morey, tuve ocasión de acudir a la Librería Ágora, de Palma, donde la propietaria, Ramona Pérez, me acogió con el cariño y el interés que saben proporcionar la gente de Mallorca. Y aún hubo otro acto, en el colegio Norai, del Puerto de Alcudia, en esta ocasión organizado por Andrés Gil, soriano de Reznos, que ejerce en él su magisterio.

A todos ellos, a los medios de comunicación, a Pere Fullana, y muy especialmente al Grup de Investigació Jaume IV, quiere agradecerles la forma en que me arroparon, acogieron y organizaron los actos.

Sobre el Grupo, debo decir que ha sido gracias a sus componentes, el que la novela sobre la última reina de Mallorca haya sido escrita. Josep Mas, Miquel Gayà, Gabriel Ensenyat, Helena Inglada, Josep Estelrich, Climent Picornell, Francesca Jaume, Jaume Riera y yo misma, formamos parte de ese a modo de asociación que gira alrededor del rey de Mallorca, pero también de la amistad y el afecto.

Muchas gracias y hasta siempre.

lunes, noviembre 23, 2009

La Seu d'Ègara, en Tarrasa




En el resto de la península, e incluso en algunos lugares de Cataluña, cuando se escucha hablar de Tarrasa, se piensa en la industria textil y en un lugar donde, en el siglo pasado, fueron asentándose los que llegaban de otras partes de España en busca de trabajo.
Yo misma, que de adolescente pasaba temporadas en Tarrasa, en casa de mi tía-abuela Espiritusanto, preciosa mujer madre de ocho hijos varones, natural de Jaén, he visto siempre esta villa como el resto de los mortales, más bien fea de construcciones y poco cuidada.
Hace unos días, en compañía de mi hijo Israel y de mis dos nietos mayores, fuimos a ver las iglesias de Sant Pere de Terrassa, gracias a un anuncio aparecido en la revista Sàpiens. El Conjunt Monumental de les Esglésies de Sant Pere, conocido también como la Seu d’Ègara, nombre de la ciudad de Tarrasa en la época romana, es impresionante.
La zona abarca un período ininterrumpido desde la época ibérica, pero lo más destacable es el conjunto de las tres iglesias, todas en una misma explanada, que conservan la construcción de los siglos VI al VIII. El conjunto verdaderamente monumental, de la época episcopal, se compone de la basílica de tres naves dedicada a Santa María, que hacía funciones de catedral; el edificio funerario de Sant Miquel, que también podría ser un martyrium o santuario cristiano dedicado a un mártir; y la iglesia parroquial, de tres naves, dedicada a Sant Pere. Todo ello acompañado de pinturas murales de la Alta Edad Media, románicas, y retablos góticos, entre ellos cuelga, en Sant Pere, uno de Jaume Huguet, el dedicado a los santos Abdón y Senén.
En la iglesia de Santa María, me llamó poderosamente la atención el motivo de una de sus pinturas murales, el asesinato de santo Tomás Becket. También en Soria, en las ruinas de la iglesia de San Nicolás, tenemos representada esta escena.
Si se deciden a visitar este hermoso conjunto, muy cerca de él está también el Castell Cartoixa de Vallparadís, el claustre del convent de Sant Francesc, y la torre del Palau donde se interpreta la zona medieval de Tarrasa.


lunes, noviembre 09, 2009

Sor Felicidad, de Serón, en Valldonzella


Caminaba por la zona alta de Barcelona en busca de la Torre Castanyer, donde Machado pasara sus últimos días en España, que es lo mismo que decir sus últimos días en la vida. Quería recordar que por esas calles estaba el monasterio moderno de Valldonzella, el medieval, en la Creu Coberta, hace siglos que desapareció. En él, el antiguo, descansaban los reyes de sus viajes antes de entrar a Barcelona a través de las murallas. En él, murió el rey Martí el Humano, dejando huérfano de dinastía catalana a su reino. Y en él, también, se encerró su última esposa, la preciosa Margarida de Prades.
El nuevo Valldonzella, construido a principio del siglo XX, de estilo modernista, está ubicado a los pies de la montaña del Tibidabo, concretamente en la calle del Císter, a cuya orden pertenecen las monjas que lo habitan. Es un edificio magnífico, ocupada una de sus alas por la Rectoría de la Universidad Ramon Llull.
He de confesar que me gusta mucho el clero regular, ajeno a los tejemanejes del secular, con sus propias normas, orando y laborando en la paz intramuros. Así que llamé al torno para pegar un poco la hebra con alguna sor. Me abrió una de ellas, de par en par, y ante mi extrañeza porque no se parapetaba tras el torno giratorio, le pregunté si eran de clausura. Ella me dijo que los monasterios nunca se concibieron como cerrados y con verjas, que eso lo fue haciendo el ser humano, al entrar en los conventos gentes poco convencidas, o por imposiciones de padres, tutores y reyes. Desde hace años, las vocaciones lo son de verdad, y para permanecer dentro no necesitan rejas. La Comunidad se dedica a la encuadernación.
Todo esto me lo contaba sor Felicidad González Hernández. Le dije que venía de Soria. “¿De dónde dice que viene?”. “De Soria”, repetí. “Yo soy soriana, de un pueblo pequeño cerca de Aragón, que probablemente no conocerá”. “Dígame el nombre, seguro que lo conozco”. Sor Felicidad es de Serón de Nágima, pero lleva mucho tiempo en Valldonzella, y va pocas veces a su pueblo natal. Ha sido abadesa durante dieciocho años.
La diáspora soriana hace que encontremos paisanos por todas partes, y muchos de ellos en cargos importantes. Le prometí a sor Felicidad volver a visitarla y llevarle algún libro de su tierra.