jueves, octubre 01, 2009




Al poco de pasar Bailén le dije a mi hermana que olía a aceite, y ese olor nos acompañó hasta que a la vista tuvimos el cerro de santa Catalina, y recortada sobre el cielo la silueta de la alcazaba de Jaén. A sus pies, iluminada, la magnífica catedral de los Vandelvira sustituye a la vieja, como queriendo tapar la infamia del asesinato del condestable Iranzo.


Durante toda nuestra estancia, el olor a aceite nos acompañó, mezclado con el de las buganvillas y los jazmines de la casa de los primos. El mismo olor de mi infancia, cuando, subida en un taburete, me asomaba al pequeño aljibe donde el abuelo Juan depositaba el aceite que iba a gastar la familia a lo largo del año siguiente. El mismo, también, que el de la alacena de la abuela Rafaela, donde guardaba los quesos en aceite, comprados a los productores de la Mancha, que acudían a venderlos, romana al hombro, vestidos con anchos blusones grises.


La parte vieja de Jaén, de la plaza de las Palmeras hacia arriba, apenas ha cambiado. Eso nos ha permitido revivir la infancia. Recorrer las callejuelas del barrio de la Magdalena, conociendo ahora que se trata del barrio judío, escuchando las palabras de la madre -¡tan reciente su muerte!- recordando cómo las paseaba subida en altos tacones, pese a lo empinado y empedrado de ellas.


Aquella casona de la calle santo Domingo bajo, junto a la de San Miguel, donde los tíos tenían el horno y vivían, ahora es una casa de pisos, pero han conservado la estructura y algunas partes de la configuración exterior. Parecía que salía por las puertas y ventanas el olor del pan recién hecho, los ochíos, los hornazos y los mantecados de aceite que las manos delicadas de las mujeres de la casa, entre ellas las de la tía Esperanza, amasaban y daban forma, para que luego las clientas los colocaran con cariño en cestas y los taparan con blanquísimos paños, antes de guardarlos en las alacenas.


No han cambiado ni los nombres de las calles. Campanas, Cerón, Martínez Molina. Bernabé Soriano, conocida como la Carrera desde siempre, la han hecho peatonal. Echamos de menos al hombre que muchos años atrás, vendía cacahuetes con cáscaras y pelados, tapada la cesta para que se mantuvieran calientes. Hasta la placa de quien fuera nuestro médico pediatra, el doctor F. Luque, sigue en la fachada.


El mercado sí ha cambiado. Del viejo no queda nada. Pero el entorno es el mismo. Muy cerca está la calle Pescadería, donde nacimos las tres hermanas mayores. No está ya una pastelería, puerta con puerta de nuestra casa. Desde una de nuestras ventanas veíamos trabajar de noche a unos hombres vestidos de blanco, que nos parecían muy alejados de nuestros ojos y muy peligrosos, y que asociábamos con la bruja de la Casita de chocolate.


Sigue el colegio de la Amiga de Piedra, donde aprendimos las primeras letras, nosotras, nuestras primas, nuestra madre y nuestras tías. Y el de las Teresianas, donde acudiría años después, en una calle que sale de la Alcantarilla. Ya no está por ahí el comercio de los Guapos, donde nuestra madre me enviaba, de vez en cuando, a comprar café para no dormirse y coser durante casi toda la noche, en compañía de Mari Luz, su oficiala de ocho pesetas diarias.


Pequeños recuerdos de una infancia feliz que ha sido posible revivirla gracias a que Jaén, su parte vieja, sus barrios cobijados al amparo del castillo, de la vieja alcazaba, se ha mantenido reconocible y hermosa.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias, Isabel. ¿Y la churrería donde daban café de malta acompañado de los riquísimos "tallos" (churros) hechos con el incomparable aceite de Jaén? Me refiero a una que había subiendo una cuesta, muy cerca del mercado. Son tantos años que no he vuelto...

Isabel Goig dijo...

De nada. La churrería, que estaba en una entreplanta, a cincuenta metros de donde nacimos mis dos hermanas y yo, ya no existe. Recordarás que había un bar que se llamaba Téllez, tampoco está, pero hay otro donde por una cerveza a 1,10 euros ponen unas tapas como para cenar con ellas. Saludos, y vuelve a Jaén, merece la pena.

Anónimo dijo...

Pues sí, Isabel. En Jaén, al igual que en Almería y algunos lugares de Granada se tapea muy bien y barato. En Soria, todo lo contrario. Es que Jaén tiene un sabor especial y muy buena gente. (Aunque haya sus lógicas excepciones.)

Anónimo dijo...

Soy de Jaén y vivo en Gijón. siempre estoy buscando por internet comentarios sobre mi tierra y me ha gustado encontrar este. Nací cerca de la iglesia de san Ildefonso y hace poco he estado y están poniendo tranvía y está todo levantado.
Saludos
Luis Chamorro

Anónimo dijo...

Hola. Por favor, alguien podría decirme algo de la Casería de Jerez, en Jabalcuz? Muchas gracias. Emilio.