martes, febrero 17, 2009

La cacería del señor ministro


Los españoles nacidos hasta 1960, más o menos, recordamos perfectamente los reportajes del NODO y las fotos en periódicos y revistas, de la élite del franquismo participando en cacerías. Señoras con faldas de cuero y tocadas por ridículos sombreritos con plumas, señores con capas y botas altas, rodeando a su excelencia el generalísimo, quien miraba, embobado, a los pobres ciervos, tendidos, como sus súbditos, a sus excelentes pies.
Decían las malas lenguas, que en esas repugnantes cacerías se jugaba con el futuro del país, se hacían negocios, y las burguesas y nobles de bien, lanzaban el anzuelo a jóvenes cachas. Por supuesto, los hombres también. Aunque, dado el puritanismo del jefe de Estado, en esas reuniones se hacía la tienta, y después, en sus casas, hoteles o ciudades, se consumaba el asunto.
Las cacerías se llevaban a cabo, sobre todo, en la sierra de Jaén, donde la familia del marqués de Villaverde –yerno de su excelencia- tenía las posesiones que dedicaban al recreo y solar de Franco y sus secuaces, y siguen diciendo las malas lenguas, que los Gótor y Villaverde a punto estuvieron de arruinarse de tanto darle unto al suegro de su pariente.
En esas cacerías se veía de todo, hasta gitanillas impúberes que danzaban para los señores nobles y políticos. Se vio también –o mejor se supo- de unos perdigonazos que Manuel Fraga lanzó, por error, hacia el culo de Carmen Franco.
En Soria se practicaban también estos deleites cinegéticos, pero al parecer Franco nunca estuvo. Sí, en cambio, nobles y nobletes, a quienes los gobernadores de turno amaban tanto, que uno de ellos, a petición de un noble, hizo adelantar la temporada de caza unos días, previa publicación en el Boletín Oficial de la Provincia, allá por los finales de los años cincuenta.
Esas imágenes que acompañan a muchos españoles, hacen que hayamos aborrecido la caza desde siempre, aún reconociendo que el hecho de cazar honestamente, es algo que el hombre, en general, lleva en sus genes desde que el hecho de cazar no era un divertimento, sino una necesidad para conseguir proteínas.
Por todo esto, me ha disgustado (y hasta impresionado) tanto el ver a un juez presumiblemente progresista, y a un ministro del PARTIDO SOCIALISTA OBRERO ESPAÑOL, en una cacería.
Y creo que allí no hablaran nada de política o de la investigación esa –otra más- que está llevando a chorizos con pelos engominados (¿por qué tienen todos la misma imagen?), a la cárcel. También creo que la cacería fuera una trampa, pues no hay que olvidar que la programó un miembro del PP.
Me ha fastidiado, y bien, ver la imagen del ministro, con las cornamentas en la mano, y la del juez, mirando ensimismado a los pobres ciervos, con los cuerpos todavía flexibles, abandonados a la muerte. Es una imagen terrible por lo innecesaria. Hace ya muchos años que las proteínas las compramos en la carnicería.