sábado, diciembre 20, 2008

Entrevista a Basilio Martín Patino

Me ha parecido interesante colgar esta entrevista que el soriano de Quintana Redonda, Luis E. Herrero, ha hecho a Martín Patino, director de cine, que deja bien claro lo que opina de las personas que, desde el poder, manejan todos los hilos, censurando e imponiendo su propio control social. La entrevista aparece en el número 91, del 11 al 25 de diciembre, del periódico quincenal DIAGONAL
ENTREVISTA CON EL DIRECTOR BASILIO MARTÍN PATINO
“Todo el que está en el poder es un censor”
LUIS E. HERRERO
Referente del ‘nuevo cine español’ en los ‘60, y autor de varios documentales que indagaron en las cloacas de la posguerra y el franquismo, Basilio Martín Patino sigue escribiendo en imágenes, aunque ahora lejos de la gran pantalla.
Cuando en 2007 es investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Salamanca, Basilio Martín Patino (Salamanca, 1930) presenta Palimpsesto salmantino, un montaje audiovisual creado para la ocasión. Según el diccionario de la RAE, palimpsesto es un “manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente”. La obra de Martín Patino, hombre afable y de tranquila voz, tiene la sensación que destilan estas palabras, la de un manuscrito personal que huele a memoria, a blanco y negro, a franquismo y antes. Aunque probablemente esto sea injusto con el resto de su obra...
DIAGONAL: La memoria es un tema recurrente en tus películas: sólo los recuerdos colectivos que son capaces de ser reconstruidos permanecen presentes en la sociedad. ¿Qué está ocurriendo con todo el proceso de las exhumaciones de cadáveres, la Ley de Memoria Histórica...?
BASILIO MARTÍN PATINO: Yo acompañé a Gibson, en aquellos años teníamos un proyecto de guión. Estuvimos en Granada, recuerdo que me llevó al cementerio y estaba obsesionado por encontrar a Lorca. Hasta me acuerdo que estuvimos en una especie de corral que estaba lleno de cadáveres putrefactos, te hablo de los años sesenta. Recuerdo también que me llevó a una tapia donde se veían los impactos de bala.
D.: ¿Qué tal te llevas con el establishment?
B.M.P.: No me llevo de ninguna forma, no los trato, no los soporto. Yo afortunadamente me liberé pronto de ellos. Con Canciones... fue una batalla porque se daba la circunstancia de que la película les gustaba mucho, algunos iban a verla con sus señoras pero al mismo tiempo la prohibían porque esas películas no se podían ver. Fue quizás lo más chocante. Carrero Blanco pidió verla con su mujer... La proyectaban en la Castellana, donde estaba el Ministerio de Información y Turismo, y había una salita donde veían las películas, y todos los viernes iba siempre algún ministro y su señora a ver las películas prohibidas. Según el proyeccionista, que era amigo, se regocijaban, y se reían y estaban encantados pero prohibían que la gente las pudiera ver. Era un caso patológico.
D.: Y de ayer a hoy ¿tus relaciones con las autoridades nunca han podido ser...?
B.M.P.: Normales... Yo nunca he debido ser buen tipo para ellos. Lo noto por ejemplo en televisión, mira que ahora ya ni somos “rojos” ni somos “peligrosos”, es aquella cosa de que “Patino cómo se va poner en televisión”. Hay películas mías que todavía no se han puesto y mira que es difícil porque la tele lo traga todo. Cuando me dieron la medalla de oro de la Academia se vieron obligados a poner una y se empeñaron en poner Canciones para después de una guerra, la película tópico y yo dije que no, que estaba ya muy vista, que si querían poner alguna que pusieran Queridísimos verdugos que estaba inédita. “Pero hombre ¿cómo se va a poner?” Mira, iros a la mierda, si queréis la ponéis y si no me dejáis en paz. A los 8 o 10 días me llamaron y dijeron que lo habían pensado y que la pondrían a ver qué pasaba. Pues hombre, qué va a pasar. Me jode porque todavía cuando vivía Franco pues éramos unos faltones, íbamos a por él y había una lucha de policías y ladrones a ver quien podía más. Había momentos divertidos. Ahora no tiene ya ninguna gracia; que estos mamones que están ahora sigan con esa mentalidad... Pero no me jodas, coño. Ahora no hay unas fuerzas como las que había entonces, que les atenazaban o les llamaban la atención. Ahora no hay nada.
D.: Ahora hay otras fuerzas que son el ruido mediático, otras formas de censura...
B.M.P.: Es posible, el ruido mediático... Son censores natos, todo el que está en el poder es un censor.
D.: Dice Godard que “el travelling es una cuestión moral” pero tengo la impresión de que muchos cineastas aparcan su moral para cuestiones puramente estéticas. ¿Dónde está la moralidad?
B.M.P.: Nunca he sabido qué es. Más bien es una palabra que me repele. No porque me las dé de libertino o así, sino que la moral... Tierno Galván, a quien conocí bien, tiene un estudio sobre la moral en el que demuestra que es un sistema de conveniencias. En todo grupo social suele haber un sistema de intereses que es lo que se llama la moral; hay que ir a por el que haga algo que no le conviene al grupo social .
D.: ¿Una forma de control social?
B.M.P.: Sí, cuando hay gente que discrepa hay que cortarles el ala, esto es la moral. Es una actitud moral, casi religiosa, que convierte en inmutables los principios de esa sociedad, ésa es la moral. ¿Quién coño va a creer a estas alturas en la moral? D.: ¿Y qué hay de tu manera de hacer cine?
B.M.P.: Soy muy poco dado a hablar de teoría, soy más de mis prácticas, de las cosas que he hecho y que me gustan. No tengo una línea concreta de actuación, cada cosa me sale como me apetece.
D.: En Espejos en la niebla, hay un momento en que el catedrático dice que Salamanca era una gran letrina...
B.M.P.: Salamanca en esa época era una letrina, no había sanitarios, la porquería corría por en medio de las calles... lo de letrina se queda corto. De todas formas creo que eso tiene un aire literario y metafórico. Salamanca está rodeada de polémicas como la que Unamuno tuvo con el obispo Cámara, los fachas que ha habido siempre... En la actualidad la metáfora está más disimulada. Salamanca ha evolucionado, hoy día notas que hay algo que tiende a reconciliarte con tu propio país, con tu propia ciudad.
D.: ¿Has estado exiliado de Salamanca alguna vez?
B.M.P.: Exiliado no, pero cuando hicimos las Conversaciones Cinematográficas tuvimos muchos problemas. Ese año era mi último de Letras y me llegó la noticia de que sería conveniente que me marchara de Salamanca, venía de parte del gobernador civil franquista de entonces. Recuerdo que me puse chulo y le dije que qué pasa si no me voy. Y éste me dijo: “Hombre, pues te puede pasar cualquier cosa, aquí la gente es muy bruta y a lo mejor te meten un cargador entero en el estómago”, algo así me dijo, vi que iba en serio y me marché a Madrid.

jueves, diciembre 18, 2008

La forja de un riojano



Vaya por delante que soy amiga de Lolo, como llamamos en la intimidad a Isidoro Sáenz. Y cuando digo amigo lo hago en todo su sentido, porque sigo la máxima de mi cuñado Vicenç, quien lleva años diciendo que “los amigos como los amantes, de uno en uno que cuesta mucho mantenerlos”, ampliándolo algo más, en cuanto a los amigos. Esa amistad no significa que me ciegue la pasión, pero no he visto ninguna escultura en hierro de Lolo que me haya dejado indiferente. Todas hablan.

Me ha fascinado siempre el trabajo de dominar el hierro, hacer de él, a golpe de martillo y fuego, lo que se desee. Sentirse Vulcano haciéndole las armas a Aquiles debe ser algo poderoso y magnífico. He comprobado, además, que los hombres que dominan el hierro son buena gente, como de una pieza, tan duros como el metal que moldean.

Isidoro es de esos. Riojano de nacimiento, selectivo con los amigos, acogedor en su casa de Oteruelos –donde también tiene el taller-, buen conversador y con un sentido del humor a prueba de impertinencias.

Decía que ninguna escultura me ha dejado indiferente. La propia envergadura de cualquiera de sus obras, ya impresiona, porque Isidoro no se dedica a modelar pequeñas cosas para llevarse a casa de recuerdo. “El caminante”, recuerda a don Quijote, y su silueta, colocada en un altozano, da la impresión de estar vigilando el valle, centinela, titánico. Las redondeces de sus barandas, o de la verja que rodea el olmo ante el Espino, de Soria, aporta una calidez chocante con el frío del material del que están hechos. U otras curvas, las de “Sujeto de sus encantos”, que recuerda a Marilyn en su época de esplendor. A veces aparecen espinas en sus árboles, la vida misma. Piezas que van saliendo de la fragua a fuerza de machacar el yunque, unas llenas de poesía, otras de fuerza, algunas de gracia, otras reivindicativas.

Son muchos los premios conseguidos, en Melilla, Rota, Quart de Poblet, Madrid, Castellón, Ciudad Real… y otros que irán llegando para regocijo de los amigos, quienes, de forma habitual, nos reunimos en Oteruelos, con él, Amparo, su mujer, y Mara, su preciosa hija preadolescente. Buen comedor, mejor bebedor –todos lo somos- damos cuenta de paellas cocinadas por su mujer valenciana y, sobre todo, de productos de su tierra, la vecina Rioja, a la que él se siente tan unido.

Mientras va fluyendo la conversación, siempre interesante, a veces nos vamos animando de tal manera que, como le sucede a Woody Allen cuando escucha a Wagner, nos dan ganas de invadir algo, de intentar cambiar el mundo. Y en esas reuniones, sobre el taller, a la vista de alguna de sus criaturas, se van afilando la conciencias y perfilando las amistades, ya muy consolidadas.


domingo, diciembre 14, 2008

Historias de la Alcarama


Título: Historias de la Alcarama
Autor: Abel Hernández
Gadir Editorial, S.L.
Madrid, 2008

Tener ante las manos y ante los ojos una publicación de Tierras Altas, ya es una alegría. Ese espacio de Soria inconmensurable, henchido de alma –que no de almas-, montes viejos y redondeados, vigilantes de valles que recogen aguas y crean pasto ya sobrante, produce sensaciones de grandeza natural, a veces de desamparo y soledad, porque, quien conoce bien esa tierra, sabe que sus habitantes hace ya muchos años que fueron expulsados, como Adán y Eva, del paraíso. Pero a la vez, las redondeces de madre producen un sosiego que se ve acompañado de algunas chimeneas que, aquí y allá, indican, todavía, habitación humana, dispersada por comunidades que se han resistido a abandonar su hábitat.
Desde los años cincuenta, Soria ha ido perdiendo, sin prisa y sin pausa, casi el cincuenta por ciento de su población. Buena parte del resto, vive ahora en lo que algunos llaman, con ironía, la “gran urbe”, la capital. Y los pueblos, sobre todo los de Tierras Altas, muestran desde hace años unas ruinas donde se mezclan papeles amarillentos en el interior de lo que un día fue hogar, con higueras asilvestradas, restos de molinos, zarzas, y alguna cornamenta de animal salvaje que ha tomado posesión de todo el pueblo, al confundirlo con la naturaleza. Una bellísima mezcla de vida y ausencia que, si bien sobrecoge, también hace reflexionar sobre tantas vidas que allí, durante generaciones, nacieron, vivieron y murieron, con todo lo que ello implica.
Uno de estos pueblos es Sarnago, en la sierra de Alcarama, alto, muy alto, con una panorámica que, de ser creyentes, se creería ver desde allí a Dios. Sarnago se despobló y, poco a poco, los que allí vivieron y sus descendientes, han ido rehabilitando o construyendo casas nuevas. Nunca lo abandonaron del todo. Cada año volvían, agruparon los enseres que habían servido para vivir en una sala, lucharon, y lo siguen haciendo, por un camino medianamente digno, por el agua de la fuente, por todo, y poco a poco, han ido consiguiendo cosas, como la fuente, o editar dos números de su revista. Cada logro es una fiesta compartida.
Abel Hernández nació en Sarnago. Allí vivió muchos años, en compañía de su madre –viuda desde muy joven- y abuelos, lo que le proporcionó una infancia riquísima, pues ya se sabe, donde hay abuelos hay sabiduría. Según leemos en la introducción, fue el primer habitante en toda la historia de Sarnago que fue a la Universidad. Su curriculum es brillante, pero ahora nos interesa su preciosa obra “Historias de la Alcarama”.
Hemos de decir, sin pretensiones, que casi nada de lo que en esas historias se narra nos es ajeno, porque, como Abel sabe, hemos recorrido esa tierra con frecuencia, y nos han contado, una y otra vez, cómo se vivía entonces. Pero en realidad, casi todo lo que se cuenta en la vida es sabido, lo que cambia es la perspectiva de cada cual y, sobre todo, la forma de contarlo. Y ahí es donde Abel Hernández consigue una historia –unas historias- narradas con cariño, pero sin nostalgia. Ponderando, aquilatando y ofreciendo el punto justo de alegría en un mundo que debió ser, necesariamente, difícil.
Dirigiéndose siempre a Sara, su hija, le va contando cosas pequeñas para conformar una historia completa. Le habla de los apodos, del oficio de tinieblas (que en algunos pueblos desapareció por las bromas que gastaban los muchachos, clavando las sayas a la madera del suelo), de los trasnochos, de los sorteos de mozos, de la matanza, el estraperlo, de la frugal comida, en fin, del ciclo de la vida en Sarnago, que era el ciclo de la vida en el mundo rural, porque, como dice la cita de Miguel Torga, que abre el libro, “Universal es lo local sin paredes”.
Se vive el libro. Se percibe la solidaridad –hubiera entre los habitantes rencillas o no- ante la muerte de un vecino, cuando todos se unían para recoger la cosecha a la viuda. Se escucha el hacer la leña, con lo cual se conseguía tener el monte limpio. Se confirma la importancia de la escuela en el mundo rural soriano, si algo había fundamental en la comunidad, eso era la escuela, para lo cual colaboraban Concejo y familias. Se escuchan las campanas de San Bartolomé, que, según el estudio exhaustivo llevado a cabo en toda España, sabemos que tienen los nombres de Santísima Trinidad (fundida en 1942) y San Bartolomé (en 1903). Ahora están a buen recaudo, desde que la espadaña se derrumbara en 2001.
Conforme se avanza en la lectura, una confirma lo que tantas veces ha dicho o escrito sobre el mundo rural. Casi todo tenía un porqué y todo era auténtico. El último elaborado en el horno comunal servía para aprovechar hasta el mínimo resto de masa. La matanza del cerdo, imprescindible para ingerir proteínas. Los minúsculos huertos que ofrecían las vitaminas. La caza como necesidad. La escuela como obligación ineludible. La leña, no sólo como calor, sino para mantener limpio el monte. La lectura, o las historias, alrededor de la hoguera, para mantener entretenidos e ilustrados a los muchachos, a la vez que se llenaba el ocio. La pregunta de ¿por qué pagar impuestos si no recibían nada a cambio? El alimento del espíritu a través de la Iglesia, y del cuerpo, con bailes y “echar los novios”, y celebrar las fiestas ¿cuándo? Cuando la cosecha estaba en los someros.
Al final del libro hay un glosario de las palabras usadas, porque estas palabras, que pueden variar de pueblo a pueblo, es otra de las aportaciones a la Cultura, la Antropología y la Etnología.
Por último, decir que el prólogo se debe a Julio Llamazares, el autor de otra novela imprescindible “La lluvia amarilla”, quien quedó impresionado por su visita a Sarnago, hace ya muchos años.

sábado, diciembre 13, 2008

Luces de Navidad


Hace unos días escuché en la radio que el alcalde de un pueblo de Jaén –creo, porque estaba en estado de duermevela- había decidido consultar a sus vecinos sobre las luces de Navidad. Parece ser que se trataba de que decidieran si luces colgadas o repartir el importe entre los parados, ya en forma de subvención, ya creando puestos de trabajo de periodo corto. El pueblo eligió lo segundo. Lo cual demuestra que al pueblo –en general- cuando se le consulta para cosas concretas, y no sólo cada cuatro años, acierta de pleno.
Esto me lleva a la primera reflexión, sobre la participación ciudadana en los temas que le interesa. Creo que no se deben tomar las votaciones –ya generales, ya autonómicas, ya municipales- como una patente de corso para deducir de lo global a la partícula. Es como si la Constitución no se hubiera desarrollado con leyes. Aunque en este punto dudo, con que se cumpliera la Gloriosa casi sería suficiente.
Lo más llamativo de la noticia, es que el alcalde de este pueblo de Jaén hizo cuentas, y el importe de la instalación de esas ristras de colores –algunas horrorosas-, más la adquisición de las deterioradas, sumado al gasto de electricidad, subía un pico que, no quisiera equivocarme, rondaba los quince millones de las antiguas pesetas. En un pueblo. ¿Cuánto supone esta moderna costumbre –contradicción en los términos- en capitales grandes? ¿Y la contaminación lumínica?
Por otro lado, en esta sociedad que nos toca vivir, existe, por parte de los dirigentes de uno u otro nivel, el malísimo hábito de no hacer puñetero caso a las minorías, que tal vez no lo fueran tan poco, algo que se sabría a nada que se consultara a la ciudadanía para hechos concretos, como este de los adornos y otros gastos superfluos en tiempos de crisis, cuando debe primar lo fundamental sobre lo suplementario más que nunca.
Que cada cual celebre a su gusto y manera el nacimiento de Jesús o de Mitra, los equinoccios y los solsticios, el ramadán o la pascua pero, por favor o por economía, que dejen de martirizarnos con aspavientos, canciones a todo volumen y adornos que posiblemente interesen a menos de los que los responsables políticos -¡siempre ellos!- se creen.

viernes, diciembre 05, 2008

Adiós, PSOE


En mi particular imaginario juvenil, allá por el principio de los años ochenta, existían dos hechos que nunca imaginé –y casi todos los de mi generación tampoco- que pudieran darse en la historia. Uno de ellos, el que un negro, o mulato, llegara a ser presidente de los Estados Unidos. Por fortuna así ha sido, y hemos podido asistir al llanto del reverendo Jackson, recordando, supongo, a Luther King. El otro hecho, tan impensable como el de Obama, es que el Partido Socialista Obrero Español llegara a gobernar como una derecha, digamos, civilizada.
Recuerdo el año 1982 como un hito. Fue el delirio para muchos españoles. Después, poco a poco, sin prisa, pero sin pausa, el PSOE se fue reconvirtiendo como las empresas del INI. Cuando todos deseábamos que Felipe metiera mano a la Banca, él, caballero andaluz, nacionalizó las agua subterráneas, por poner un ejemplo.
Ya resultaba mosqueante que se afiliaran a él burgueses y burguesitos, cubiertos de pieles y con servicio en casa, pero, había dar el toque chic a eso del obrerismo, y se pasaba por alto. Llegó lo de la gente guapa en Marbella, con los ministros –Solchaga al frente- alternando en Puerto Banús, y bueno, pues otro toque distinguido, como lo de Boyer –en su particular vida- que cambió a una intelectual por un envoltorio bombonero. Cosas del poder y el dinero.
Luego fueron apareciendo temas más peliagudos. OTAN, de entrada no, OTAN sí. Lo del GAL. Lo de los fondos reservados. Yo misma les he disculpado siempre todo. Fue tanta la ilusión con Felipe González, que cuando apareció Rodríguez Zapatero en escena pensé que era una mezcla del primer Felipe y Guerra (único y supongo que callado por lealtad romántica y como tal decimonónica), que venía dispuesto a devolver al PSOE lo que el desgaste de poder le había ido arrebatando. Sin darme cuenta, que la sociedad había ido ¿evolucionando? a la vez que el partido, o al revés, y que este era el PSOE que una parte de esa sociedad, aprendices de burgueses, hipotecados de por vida, quiere, desea y vota, si no es que se derechiza aún más.
En 2008 aparece en la escena un hecho esperanzador, y además, a nivel mundial. Se vislumbra que el sistema capitalista podría estar amenazado de grave enfermedad. Que los conceptos de nuevo cuño de ese mundo reducidísimo, esos Ibex y similares que no entienden la mayoría de los ciudadanos, podrían pasar a mejor vida. Y el PSOE, que podría haber aprovechado la coyuntura para, si no volver a sus orígenes puros, sí dar una lección de un socialismo, digamos, a lo chino, mezclado con una economía de mercado, se comporta como un país grancapitalista, a lo Bush (a quien debe envidiar Zapatero por las caras que pone cuando se cruza con él, entre apocado y seductor) y le da el dinero a los bancos, al sistema financiero como lo llaman los políticos.
Hace tiempo que uno de mis argumentos para defender al PSOE era la falta de maniobra que en Europa podía tener el gobierno español. La crisis mundial ha descubierto que no es así. Cada cual ha reaccionado según lo que ha considerado más interesante para su país, incluso nacionalizando parte de la banca.
¿De dónde han salido los miles de millones que el gobierno español ha dado, o prestado (porque en todo esto hay un secretismo iniciático) a la banca? ¿Lo tenía el gobierno a plazo fijo, o debajo de un ladrillo? ¿Cómo es posible que un gobierno de un partido socialista y obrero tenga todo este dinero y se lo dé, al revés que Robin Hood, a los ricos?
Se leen en los periódicos de izquierdas –y de derechas- comentarios escandalizados sobre este tema. ¿Es demagogia decir, que si el gobierno podía disponer de este dinero hubiera podido emplearlo, por ejemplo, en construir viviendas asequibles incluso a pensionistas, con lo cual hubiera cumplido uno de los mandatos de la Constitución y hubiera creado empleo?
Esos miles de millones de euros que un gobierno socialista ha dado a las entidades financieras para sacarles del apuro y con la intención de que ellos abran un poco, sólo un poco, el cierre de préstamos ¿no hubiera sido más fácil que lo administraran por medio de sus ministerios, o de otros organismos? Por lo visto, nada tienen que decir los pequeños empresarios, los autónomos con dos o tres empleados. Eso hubiera sido repartir la riqueza, que esas pequeñas empresas pudieran salir adelante sin más pretensiones que mantener el empleo y llegar a fin de mes dignamente, sin caprichos de todoterrenos ni segundas residencias, casas en la costa, barcos, etcétera, ni siquiera, si necesario fuera, una vivienda propia. O formar cooperativas.
Hemos tenido muchos años de gobierno socialista. Todo han sido remiendos. Por ningún sitio se ha visto ideología. Ha mejorado el sistema sanitario porque no podía empeorar, por la propia inercia, por lo mismo que han subido las pensiones y los salarios. El gobierno socialista no ha acometido ninguna reforma de envergadura, todo han sido parches y remiendos. El capital campeaba, campea y campeará a sus anchas. Cada año que pasa hay más diferencia entre ricos y pobres. Podríamos pasear por las grandes ciudades y fotografiar escenas de tercer mundo en un país europeo y gobernado por socialistas.
También será demagogia escribir que millones de personas viven por debajo del umbral de la pobreza, mientras que el gobierno de la nación a la que pertenecen –o a la que han arribado- dispone de dinero para solucionar su problema, pero se lo han dado a los ricos.
Para que pobres, mendigos, chabolistas, viudas, pensionistas y demás ralea, se conformen, habrá que decirles, como siempre, que ya vendrán tiempos mejores, o que pueden solicitar una vivienda, que, a buen seguro, nunca conseguirán, porque, oh paradoja, no tienen nómina o la pensión es muy baja. Cuando la crisis acabe, ellos serán igual de pobres, y tendrán que ganarse la vida como siempre, vendiendo droga o cogiendo cartones. Y a los pequeñitos empresarios, a los autónomos, recordarles que, dentro de uno o dos años, los ricos serán, por lo menos, lo mismo de ricos, y ellos, tendrán más dificultades para salir adelante.
Más allá de la crisis general, de hace cuatro días, está, se impone, la gran decepción que ha supuesto para muchos españoles, la ausencia de la justicia social y de la otra también.
Con el dolor que produce abandonar una ilusión que comenzó hace veintiséis años, he de decir, Adiós, PSOE.
Siempre nos quedará la esperanza de la revolución pendiente.