lunes, noviembre 10, 2008

La noche de difuntos


“Desde entonces dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales”
El Monte de las Ánimas. Gustavo Adolfo Bécquer

Faltaban unos minutos para las doce de la noche de la noche cuando, en procesión oscura y respetuosa, grupos de personas se dirigían, desde la plaza de Cuevas de Soria, hasta un paraje del monte. Seguían –seguíamos- una senda flanqueada por roquedales, que miran al Izana. Este río vertebra una comarca, una mancomunidad de gentes amables, que acudían esa noche de difuntos a participar en un rito. La luna –creciente o menguante, apenas un gajo- no conseguía hacerse hueco entre las nubes. La oscuridad era total, sólo aliviada por pequeñas linternas de los caminantes y las señales, colgadas de las risqueras, en forma de calavera apenas iluminada en color calabaza.


De pronto vimos la hoguera que veníamos oliendo. En el centro de un círculo como un nemeton, una pira de leña ardía. Había costado vencerla, nos dijeron, a causa de las lluvias recientes, pero al fin cumplía una de sus misiones. Las personas, de todas las edades, buscaban el calor del fuego, el frío era intenso.


Ese momento ya era mágico, a oscuras, en mitad de la noche y del monte, viendo crepitar la carrasca, cuando peticiones de más silencio alertaron sobre cuatro figuras que se abrían paso en el círculo, vestidas con toscos sayales y tocados con capuchas. Tres de ellos portaban antorchas y el cuarto un viejo libro, de cuyas páginas iba saliendo la leyenda del Monte de las Ánimas, de Bécquer.


Después la hoguera se fue desmenuzando en ascuas, dos hombres sabios convertían las ascuas en alfombra, algunos hombres valientes se remangaban los pantalones y descalzaban sus pies. Iban a pasar el fuego, iban a pisar sobre el carbón reluciente, solos o con alguna persona sobre la espalda. Iba a tener lugar, a oscuras, en silencio, en perfecta comunión, pasantes y espectadores, un rito sobrecogedor, el hombre en contacto directo con el fuego. Nadie se quemó. Tampoco nadie se volvió atrás cuando, delante de la alfombra terrible, se enfrentara con el fuego y los temores, tal vez vencidos en un instante, con los ojos cerrados y el espíritu encogido, para llegar, al final, a una explosión de alegría convertida en fuertes abrazos.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Estos ritos, más en el frío otoño soriano, más en una pequeña población, pueden hacer sentir a las personas lo más hondo de sus raíces. Como ocurriría con la halloween genuina de la cultura céltica. Pero, en esta sociedad consumista, muchos ritos como éste que nos llega de EEUU, desconexo de su sentido primero, no son más que patochadas sin sentido. Ahora, algunos europeitos -y europeistas- histéricos quieren cargarse el Toro Jubilo de Medinaceli, entre otras tradiciones. Manuel de Soria.

Anónimo dijo...

¡Toro Jubilo no! por mucha tradición que sea. con muchas hemos roto ya, no veo por qué han de prevalecer otras. Eso es como si siguieran poniéndose capirotes a los judíos para pasarlos, pues eso ya no se hace, y lo de prender fuego a las astas de los toros, aunque digan que con el barro no se queman, que se lo pongan ellos.

Anónimo dijo...

Tengo entendido que al Toro Jubilo lo embadurnan de barro, le ponen un arnés en los cuernos y sobre él unas teas, ¿no es así? No creo que sea tan grave. Estoy con el primer anónimo. Hay muchos hipócritas que condenan estas tradiciones y luego gozan como gorrinos comiendo cochinillo asado, corderito lechal, chanquetes de Málaga, etc. Coherencia, por favor. Anda y que os den, demagogos. El Bizco García.

Anónimo dijo...

Al final acabaremos con todos los ritos. Pero coño, las plazas de toros se siguen llenando y eso sí que es una masacre. Estoy con el bizco, que os den.

JAIME DEL HUERTO dijo...

Es curioso cómo los mas reaccionarios, los que parecen vivir siempre mirando hacia atras, defienden sus ideas de seimpre menospreciando a quienes no piensan como ellos....Como si ser europeista estuviera reñido con estar en contra del maltrato a los animales, por mucho q a ese Manuel de Soria esa barbarie le parezca una "tradición". Y qué decir de la sandez del Bizco ese...que le enbadurnen a el los huevos de barro y le ponagan teas encendias encima,luego lo cerremos por las calles de su pueblo y todos tan contentos, Total no creo que sea tan grave, asi dejamos al toro en paz y le damos a él una lección de sensatez.

Anónimo dijo...

Muy tolerante el Jaime éste. Se ve que todos los que no piensan como él son unos reaccionarios.

Anónimo dijo...

Acaso es comparable la lectura de la leyenda de Bécquer con torturaar a un animal? ahora que digan eso de que nacen para ser maltratados. pues que no nazcan.