sábado, marzo 29, 2008

Flecos de un viaje a Colliure


El motivo del viaje, desde Tarragona, antes de volver a Soria, era visitar los últimos lugares del poeta sevillano y los últimos también de unos personajes históricos sobre los que he trabajado durante años, Jaume y Elisabet de Mallorca, esta última personaje principal de mi última novela, aún sin publicar. El poeta y los dos reyes coincidieron en Colliure, con siete siglos de diferencia. ¡Un humanista republicano y unos reyes guerreros juntos en las querencias!

Nada más cruzar la frontera deberíamos haber cogido el desvío a la derecha hacia Colliure, pero nos equivocamos y seguimos unos treinta kilómetros hacia delante. Agradecimos el error. Escuché una vez que algún presidente francés había dicho lo caros que le salían los agricultores, pero que ese desembolso merecía la pena, pues Francia parecía un jardín. Es cierto. Las carreteras secundarias están delimitadas por guardacantones de madera verdosa. Los arcenes aparecen cuidados, sin restos de comida lanzada desde los coches, ni paquetes de cigarrillos vacíos, ni botellas de plástico. Las casas de los pueblos pequeños muestran sus fachadas perfectamente pintadas. Y algo maravilloso, no se ponen nerviosos al volante, por lo que los claxons parecen no existir. Recorríamos, hasta que nos dimos cuenta del error, la ruta del vino. En todas las comarcas vitivinícolas, asociadas en el Mediterráneo con el olivo, las viñas y la tierra que las rodean aparecen tan humanizadas, tan mullidas y tan cuidadas, que parece estemos caminando por el jardín de nuestra casa. Vimos olivos centenarios y otros a los que sólo le habían dejado una copa redonda y perfecta. Parece como si los campesinos jugasen con los cultivos.

Dicen que a un pueblo se le conoce cuando se come su pan y se bebe su vino. Ampliándolo podríamos decir que viajar es, también, comer lo que cocinan, beber el vino que producen y saber cuál es su actividad principal. En cualquier viaje no se puede separar el apartado cultural del festivo o ritual, todo es Cultura. La parte del Rosellón que hemos visitado se dedica, en especial, a la viña, son productores de vino. En Colliure, además, salan anchoas desde hace muchos años, como en La Escala, de Gerona. Tanto unas como las otras, no son esos filetes delgados y muy salados a los que estamos acostumbrados, no, se nota que están elaboradas a mano, todavía les queda en el lomo un tinte azulado, esto, y la sal, en su justa medida, hacen de las anchoas de Colliure, un producto exquisito. La Cultura, tanto de Perpinyà como de Colliure, es tan catalana como francesa. Bailan sardanas, encienden hogueras, muchos hablan catalán y en Perpinyà las calles están rotuladas en este idioma y en francés. Nos sentíamos en casa.

Colliure, Colibre, Puerto libre, apareció ante nuestros ojos como el pequeño pueblo mediterráneo que es, como una enorme postal coloreada, protegido por el robusto castillo y bañado por la mar azulona, oscura, que le da el fondo de piedras casi negras. Mirando esa mar, a unos metros, sola y también coloreada, estrecha, está la casa donde murió Antonio Machado. La rodeamos con emoción, tratando de averiguar cual era la ventana de la habitación del poeta. La casa está abandonada, algunas hojas secas de los plataneros que la rodean intentan entrar en ella. La tierra que rodea a Colliure está plantada de viñas, aterrazadas, mediterráneas, a dos pasos de Pirineo. Rodean también la casa de Mme. Quintana. Colibre es uno de esos pueblos mediterráneos objeto del deseo de cuantas civilizaciones han pasado por su litoral. Y todos, de una manera u otra, le han engrandecido, hasta llegar a nuestros tiempos, cuando sus habitantes, conscientes de la belleza de ese pequeño rincón, han decidido mantenerlo alejado de la piqueta hortera, del ladrillo vulgar, aportando al pasado la elegancia y delicadeza de sus preciosos edificios.

El primer vino que bebimos, en la terraza de uno de los establecimientos del paseo que conduce a la mar (no se puede fumar en ningún establecimiento) fue un Padreils 2006, Colliure, de Les Dominicans, blanco, aromático, bajo de grados. Hicimos alguna pregunta a un señor de ojos azules, boina, botas puntiagudas y decoradas, que parecía salido de la copla de Concha Piquer, Tatuaje. Se rió de nuestra pregunta, no recuerdo cuál era, y la respondió un cubano que estaba junto a él. Era miércoles y no había turismo, la gente, yendo y viniendo de sus quehaceres, vestía como lo hacen con temperaturas de entretiempo, unos con abrigos y a otros en mangas de camisa. El ambiente era una mezcla de hogar e historia, como esas casonas de piedra con los techos muy altos, pero con grandes chimeneas encendidas y sillones mullidos alrededor de ellas.

Bajamos hasta la playa de San Vicens en busca del “sol de la infancia” de Machado. Había que probar las anchoas de Colliure. En una terraza de nuevo, flanqueadas por el castillo construido en los albores de Catalunya por el conde de Roussillò, y al otro lado, cerrando la pequeña ensenada, el campanario de la iglesia que fue faro, redondo, alto, saliendo del agua, ojo avizor señalando puerto y reposo. Allí fue el vino Cotes du Roussillon. Don Brial 2006, medalla de oro París, 2007, con uvas garnacha, malvasía y macabeu, las mismas que utilizan para el blanco del Penedès. Y una bandeja cuadrada con hortalizas, paté de aceitunas y anchoas saladas y en vinagre flojo, regado con aceite de oliva, que también tienen. Agricultura mediterránea, no lo olvidemos.

Las calles de Colliure recordaban a Luisa las de Peñíscola en tiempos, cuando el turismo no había destrozado la villa levantina. En Colliure no han permitido que eso suceda. Las casas de pescadores ya no están, pero en su lugar han hecho un paseo y colocado establecimientos que no desentonan con las casas que les respaldan, de dos o tres pisos, pintadas con los suaves colores de la mar, de los cultivos y de la tierra. El resto de calles son estrechas, empinadas, algunas con escaleras, iluminadas con farolas en forma de quinqués, contraventanas de colores que abren hacia fuera y piedra lisa en el suelo. La calle Fraternité o de Les Estables, muestra ateliers d’art, casas pintadas en rosa, naranja y amarillo, con contraventanas verdes, y al final un arco de piedra que enlaza con otra calle escalonada. Pese a la estrechez y oscuridad de la calleja, sus ventanas y puertas están llenas de macetas con flores. Como la tumba de Antonio Machado, como todo el hermoso cementerio viejo, en el centro del pueblo, muy francesa esa costumbre.

En Francia se cena pronto, aunque sea en Colliure, tan cerca de Catalunya. También se cena pronto en Catalunya. La gente trabaja y se levanta con el sol, en Colliure a las siete está todo cerrado. Hay muchos restaurantes, pequeños, sin bar, la mayoría de ellos con mesitas para dos. Junto al hotel Templarios, donde nos alojamos, hay lo que en España llamaríamos chiringuito. Se llama Maison Annaïc Noblet. Tiene una gran terraza hasta donde llega la humedad de la mar. Ofrecen lo que nosotras llamaríamos crêpes salados y ellos galletas. Gallettes de sarrasin, grandes, cuadradas, hechas con trigo negro, de tradición bretona, dicen. Las sirven abiertas y dentro lo que hayas pedido, desde vísceras adobadas, a patés, huevos, quesos. Exquisitas. Las comimos acompañadas de un vino rosado ecológico, de color rojo pajizo, con regusto a frambuesa madura. No hay que perderse el choucheu, agua miel de miel fermentada.

Dos días después nos costó marchar. Pero debíamos coger el camino de los exiliados a la inversa, atravesar el Pirineo por Le Perthus, donde una moderna pirámide recibe y despide al visitante. Al fin y al cabo todo es lo mismo, Mediterráneo, Ampurdá, Creixell. El mar que nos une. Volveremos.
Colliure y los últimos días de Machado:

El Museo Numantino

Desde la exposición de “Celtíberos” no había entrado en el Museo Numantino, hasta estos días de Semana Santa. Fui con mi hijo y nietos y quedé gratamente sorprendida porque algunos elementos de la exposición sobre la Celtiberia se habían integrado en las salas, la fragua, la cocina, el túmulo para la incineración… Les dijimos a los niños, de ocho años, que dirigieran ellos el ritmo, para no cansarles, y preguntaran lo que les interesara. Fueron estos elementos, las maquetas y el vídeo que se proyecta en un apartado, las estrellas de la visita. Ante ellos se mantuvieron, quietos, durante mucho rato, interesándose vivamente por los utensilios y los adornos del guerrero que hubiera pasado a mejor vida gracias al fuego, si hubiera sido de carne y hueso.

Durante más de dos horas no mostraron cansancio. Ya veníamos de visitar el Centro de Interpretación del Duero, recién inaugurado, y no entramos al Museo del Agua porque se ha aplazado su apertura a causa de los malos olores. Lo cual significa que si a los niños se les sabe mostrar las cosas, se interesan por algo más que las maquinitas esas que carga el diablo, y los programas tipo Pressing nosequemás, que hace tiempo deberían haber prohibido en horario infantil.

jueves, marzo 13, 2008

Podrían aparecer los restos de Andreu Nin

Estos días algunos periódicos de tirada nacional dan a conocer el hallazgo de una fosa común de la Guerra Civil en el acuartelamiento de la Brigada Paracaidista de Alcalá de Henares, en la cual podrían aparecer los restos del vendrellenc Andreu Nin, asesinado, al parecer, por Nikloski, alias “Alexandro Orlov”, jefe de la NKVD (algo así como la Gestapo comunista, responsable de ejecuciones y represiones).

La noticia-opinión aparecida en la página 32 de ABC, de fecha 9 de marzo, firmada por Fermín Saleta, da comienzo con una consideración, cuanto menos, chocante: “El silencio del Ejecutivo socialista, intentando que no le salpique ahora el barro de las fosas de la Guerra Civil…”. ¿Por qué le iba a salpicar al Partido Socialista ese barro? ¿Acaso le ha salpicado al Partido Popular el de las innumerables fosas de los tiroteados los primeros días de julio del 36, y los asesinados o dejados morir los primeros años del franquismo, cuyos cálculos podrían hacer elevar el número de muertos a trescientos mil (300.000)? Más adelante, dice: “El hallazgo de esta fosa, de cuya existencia ABC es el primer medio en informar…”. No es el primero en informar. EL PAIS, en su edición catalana del viernes, 7 de marzo, dos días antes, en la página 9, da la noticia de la fosa de Alcalá y de la investigación que se está llevando a cabo por si los restos del pedagogo nacido en El Vendrell, Andreu Nin, estuvieran en esa fosa. Así contrasta sus noticias ABC.

Al margen del comentario, sería una buena noticia que los restos de Andreu Nin i Pérez, fundador, junto con Joaquín Maurín Juliá, en 1935, del Partido Obrero Unificado Marxista (POUM), y muerto por oponerse a la dictadura y militarismo de Stalin, pueda reposar en el cementerio de El Vendrell, su villa natal. Como deseamos para todas las víctimas de la barbarie.

miércoles, marzo 12, 2008

Presos que se rehabilitan

Hace unos días aparecía en el Diari de Tarragona una noticia titulada “Presos reforestarán Vandellòs”. Aunque este era el titular, la noticia tiene mucho más calado. Es el ejemplo de cómo una entidad bancaria, La Caixa, colabora con una institución catalana, la Diputació de Tarragona, para llevar a cabo proyectos de medio ambiente que interesan a la mayoría de la ciudadanía.

Estos proyectos, de tres años de duración, suponen el desembolso, por parte de la Caixa –y supongo que también de la Diputación-, de un millón de euros. Se van a invertir en la limpieza de rieras y torrentes de la comarca del Baix Penedès; en la recuperación de pastos y fuentes en La Mussara; la mejora del entorno fluvial del río Gaià; eliminación de elementos negativos en Els Ports; recuperación de un bosque quemado en Vandellòs; mejora de los accesos al Parc Natural del Montsant; adecuación de torrentes de Vallmoll; restauración de Els Ullals de Baltasar del Delta de l’Ebre; control del chancro del castaño en las Muntanyes de Prades; fomento del cultivo de la trufa negra en el Priorat; recuperación de la flora curandera de Els Ports; y reproducción del cangrejo ibérico en el río Montsant.

Son proyectos verdaderamente interesantes, si se conocen las zonas donde van a aplicarse. Pero lo más interesante de estos proyectos, es quiénes van a llevarlos a cabo físicamente. Personas con discapacidad se encargarán de la limpieza de rieras y torrentes del Baix Penedès y de Vallmoll, así como la recuperación de las fuentes y la actividad ganadera en La Mussara. Otras personas con enfermedad mental se encargarán del entorno del río Gaià. Personas en paro, entre los 50 y los 65 años, se ocuparán del Delta de l’Ebre. Otras, con dificultades para acceder al trabajo, se encargarán del Parc del Montsant. Otro grupo, el desempleado con riesgo social, será contratado para Els Ports, y se encargarán de llevar agua a los animales, y plantas al parque. Y el último, y el que me parece más interesante, internos de la prisión de Tarragona reforestarán el bosque calcinado, en el año 2006, en Vandellós.

Estas actividades, ligadas a la naturaleza, llevadas a cabo en el mundo rural, entre las que se encuentra, por parte del Centre Tecnològic Forestal, la recuperación de los usos y las actividades económicas ligadas a la flora curandera del Parc dels Ports, tienen otra vertiente, además de la adecuación del entorno natural, y es la humana. Esta me parece la mejor forma de, por un lado, rehabilitar al preso, en vez de dejarlo tirado en un rincón del patio, planeando con el compañero la fechoría que van a hacer nada más cruzar la puerta de salida. Y por otro, ofreciendo trabajo a las personas paradas en situación de riesgo social, evitar que crucen la puerta de entrada de la prisión.

Son ejemplos a seguir y actividades que se agradecen. Mi amigo Iván diría que se trata de migajas que el capital nos deja, pero estas migajas parece que tengan más sustancia que otras. A mi me gustaría abrir las puertas de todas las prisiones, pero como eso es imposible…

sábado, marzo 01, 2008

Miseria en las ciudades. Las viviendas de los inmigrantes

Hace unos días vi en Canal 4 un reportaje sobre inmigrantes, se titulaba Callejeros. Lástima que empecé a verlo tarde. Pese a ello me quedé sobrecogida, era, literalmente, desgarrador. Más todavía porque lo que mis ojos estaban viendo –y espero que los de muchos más- sucede en uno de los municipios más caros de España, Pozuelo de Alarcón. Un pueblo donde, a pocos metros de donde se rodó el documental, vive la flor y nata del capitalismo, del poder, de la jet set y hasta de la izquierda divina.

Por delante de las lentes de las cámaras pasaban unas viviendas alquiladas a inmigrantes por una tal Natividad Toledano Pérez, dicen que familiar directo de un funcionario de Urbanismo, no recuerdo si de la Comunidad de Madrid o del Ayuntamiento de Pozuelo. He escrito viviendas por inercia, pero las caballerizas de cualquier jinete -¡por supuesto!- y las cochineras de cualquier otra familia del mundo rural, están mejor acondicionadas que esos habitáculos inmundos e infectos. Las paredes negras, no ya por la humedad, si no por el agua que baja por las paredes. La instalación de la luz dispuesta a electrocutar a cualquiera que se acerque sin precauciones. Una taza de water que sirve a la vez de ducha. En algunas habitaciones faltaban las baldosas. Grietas de varios centímetros de ancho por donde se ven las tripas podridas del entramado. ¿Las dimensiones?, treinta, cuarenta metros cuadrados, y el alquiler entre trescientos y trescientos treinta y seis euros al mes. La calefacción, el peligro de alguna estufa de butano entre ropas, trastos, agua… Algunas familias –repito, todos inmigrantes- llevan nueve años viviendo en esas condiciones, sin que la propiedad se haya hecho cargo, nunca, de reparación alguna. Las mujeres mostraban las habitaciones y, al final, ninguna podía evitar las lágrimas. Estos, al parecer, son inmigrantes legales.

Lejos de allí, en Badalona, las cámaras nos mostraron más de los mismo, con la diferencia de que, muchos de los que allí se hacinan, no son legales. O sea, que si los unos viven mal, los otros no sé ni cómo viven. En Badalona vimos pisos de unos sesenta metros cuadrados por los que pagaban, cada mes, novecientos euros. Como se comprenderá a este alquiler no puede acceder cualquiera, por lo tanto la solución es realquilar. En uno de los pisos dormían, naturalmente por turnos, treinta y dos personas, lo escribiré con números ¡32! En otros quince o dieciséis. La Policía Municipal pasa de vez en cuando para vigilar el estado sanitario, pidiéndoles que limpien, ventilen, recojan los colchones del suelo… Algo es algo, que diría Benedetti.

La tercera parte de lo que vi ya sucedía en la calle San Rafael, de Barcelona, en pleno Barrio Chino. Allí mostraron cómo malviven tres vecinos “nuestros”, o sea, españoles de toda la vida, pero al parecer no catalanes de siempre, sino de segunda generación. O sea, si lo comparamos con la teoría de la evolución de Darwin, aquellos que llegaron a Barcelona en los años cincuenta o sesenta, y no evolucionaron, se quedaron como muestra de lo que fue. Estos, de renta antigua, pagan poco, entre los noventa y seis euros de una señora y los ciento setenta –creo- de un artista de varietés jubilado. Unos escasísimos metros cuadrados destrozados, negros de humedad, con las tripas fuera y el “regalo” de toda la basura que el propietario mete en un patinejo que provoca que suban ratas y cucarachas. No voy a decir nada de un almacén convertido en apartamentos de diez o doce metros, porque rebasa lo imaginable.

A mí, y conmigo espero que a muchas más personas, me da igual, exactamente igual, que los inmigrantes sean legales o ilegales, porque parto del a priori indiscutible, como todos, más que todos, de que son personas, y los niños que viven con ellos, sus hijos, sienten, sufren y padecen igual que los nuestros, y serán los adultos de mañana, por cierto, la mayoría sin escolarizar. ¿Cómo serán estos adultos de mañana, ya muchos nacidos en esta península? ¿Qué esperamos de ellos cuando sean conscientes de lo que les han hecho?

No quiero esperar tanto. Ahora mismo esto está sucediendo, y si tanta gente lucha –y me parece bien- para que los pobres perritos y gatitos no vivan como viven esos seres humanos ¿quién levanta la voz por estas personas? Esto es una indignidad, esto es una vergüenza, esto es una auténtica cabronada, esto es una maldad propia solamente de seres humanos con la panza a rebosar, sin principios. ¿Se han paseado los obispos por estos barrios? ¿Se pasean los concejales? No son católicos, no votan. La ciudadanía la componen los votantes, esa es la cruda realidad. Estamos hablando de Europa, de España. Esto ya pasa de cuestión moral, esto va a estallar, esto no conviene. ¿Se extrañan de los robos en los chalets? ¿De las bandas organizadas? ¿De los menores dedicados a delinquir sistemáticamente? Eso es una tontería al lado de lo que va a suceder.

Señor presidente del Gobierno, haga usted el favor de no devolvernos cuatrocientos euros a los votantes. Si tiene dinero de sobra, solucione algún problema terrible de estas personas, aligéreles un poco de la mierda entre la que viven. Cuatrocientos euros, a muchos, les van a servir para comprarse una cámara digital porque la que tienen toma fotos con un ligero tinte amarillento. A otros, para pegarse una cena a base de cebra o canguro. A ellos, todo junto, les puede otorgar un gramo más de dignidad, en el supuesto de que ésta sea mensurable.