sábado, julio 08, 2006

Vivir Barcelona a través de La Catedral del Mar

Antes, cuando viajaba de Tarragona a Barcelona, descendía del tren en el Passeig de Gràcia y bajaba las Ramblas hasta las Drassanes, para volver, de nuevo Ramblas arriba, y callejear por el Barrio Gótico. Desde que leí La Catedral del Mar, de Ildefonso Falcones de Sierra, dejo el tren en la decimonónica estación de Francia –donde llegué por primera vez un lejano 1963-, cruzo y me adentro, por el Born, en el Barrio de La Ribera.
Nunca ese arrabal había llamado especialmente mi atención, a pesar de las muchas noches de sábado finalizadas allí, viendo amanecer y comiendo chocolate con churros, en compañía de gente que ya por la década de los sesenta tenía el pensamiento libre e independiente. Se trataba de personas llegadas de distintos puntos del Estado, anhelantes de una libertad que en sus lugares de origen les habían negado. Otras, en cambio, añorantes, se agrupaban para recordar el paraíso perdido. Es bien cierto que la distancia agranda las cosas, y cuanto más importantes son para el espíritu de cada cual, más la agranda.
Me fijo en Montjuich e imagino sin edificación alguna el largo trecho de la montaña hacia la Iglesia del Mar, sin haberle ganado todavía terreno al Mediterráneo, y veo a los bastaixos, cargados con grandes piedras de la cantera real, llegar y dejar caer la carga, para que la iglesia siguiera elevándose. O a Arnau, cargado por vez primera, iniciándose en el oficio y ofreciendo a la memoria de su padre el tremendo esfuerzo.
No localicé la plaza del Blat, tal vez no la busqué bien, o alguna de las remodelaciones de la gran ciudad se la llevó por delante. Me hubiera gustado saber dónde fue ajusticiado Bernat, el padre de Arnau, tan piadosamente quemado por su propio hijo a fin de evitar que su cadáver se pudriera a la vista de todos.
La calle Moncada la recorrí pensando cuál sería el palacio (si es que todavía se conserva) de la arrogante baronesa, el que más tarde adquiere el protagonista. Este es uno de los hechos que el lector espera con mayor desasosiego ¿llegará el momento en que el niño Arnau y su padre puedan ser vengados por el Arnau hombre? Hasta entré en uno que alberga en la actualidad el Museo del Vestido y lo recorrí imaginando a la odiosa mujer arrojada de su antigua propiedad. Trataba también de localizar la casona donde la última esposa de Pere el Cerimoniòs, la reina Sibil.la de Fortià, pasó los últimos años de su vida, en compañía de su sobrino, archidiácono de la Catedral del Mar.
En el Passeig del Born, ancho y arbolado, es posible imaginar los caballeros reunidos en torneos, unos ganando y otros acudiendo a los prestamistas, que también tenían la sede, como los cambistas, en el Barrio de la Ribera. El sonido de los cascos, de la pesada armadura, el choque de las lanzas…
El Barrio se conserva bien, para lo que podría haber sucedido con él de hallarse en otra ciudad menos civilizada. Por eso es posible recorrer casi todas las calles que aparecen en la novela. Banys Vells, Canvis Vells, Fossar de las Moreres, y la hermosa iglesia del Mar, de estilo gótico limpio, austero si no fuera por las vidrieras y el rosetón, estrecha y elevada, elegante.
Algo más alejado del barrio, el Call tiene mucho protagonismo en La Catedral del Mar. Esta es, en la actualidad, una de las calles más deterioradas de las que aparecen en la novela, desde que se abrió la calle Ferran. El asalto a la judería está muy bien contado, aunque la novela no llega hasta el año 1391, cuando tiene lugar la más terrible.
Otros lugares de Catalunya aparecen en la novela, como Creixell del que haremos un comentario en nuestro web de Tarragona.
La novela, que sigue la crónica del rey Pere de Aragón-Catalunya, es dura, a veces mucho, como debía ser la Catalunya del siglo XIV, pero también rica, próspera ya, con oportunidades, dedicada al comercio allende el Mediterráneo, con una clase artesana potente y una Justicia digamos variante, según la interpretaran los agentes del rey, en Barcelona y la Catalunya Nova, o los nobles, señores de la Catalunya Vella. El autor cuenta una historia tan dura como la época, pero también tan esperanzadora.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida Isabel:
después de leer la entreda de tu blog "Vivir Barcelona a través de La Catedral del Mar" he localizado la plaza del blat. Ahora se llama plaza del Angel (donde se localiza el hotel suizo o la pasteleria la colmena, junto a Via Layetana).
Lo encontre gracias a esta web donde podras ver 2 mapas muy interesantes de BCN: http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=202054

Anónimo dijo...

Muchas gracias Amanda. Es magnífica la página que me has recomendado. Estoy disfrutando con ella.
Un abrazo
Isabel