domingo, junio 25, 2006

Donde el mar se convierte en jardín. Viaje a Mallorca


¿Qué tendrá Mallorca –me había preguntado muchas veces- para ser reclamo de artistas, de escritores, de bohemios? Hace unos años recibimos un correo electrónico de Sant Joan, pueblo del interior de la isla, recabando información sobre cierto personaje histórico que vivió en Soria sus últimos días y fue inhumado en la ciudad castellana de la Altimeseta.
Una pedante al uso diría que ese correo significó un antes y un después. Pero en realidad supuso un enriquecimiento personal importante, porque gracias a él tuve ocasión de conocer a unos seres ricos en valores humanos, que es la única riqueza perdurable, sólida y alejada de toda sospecha en la adquisición de la misma.
Intercambiamos conocimientos. Un día, al principio del ir y venir electrónico, Pep –Josep Mas i Llaneres- me preguntó cuánto tenía que pagarme por algo –no recuerdo- que le envié por correo normal, y le pedí que me regalara algún libro sobre Mallorca. Su generosidad sin límites le llevó a regalarme el mejor, “Malloca”, del Archiduque Luis Salvador, un volumen de casi setecientas páginas, una belleza bibliográfica con grabados antiguos, que despertó en mí el deseo de conocer la isla.
Y como una persona así se rodea de los mejores o, como diría Ortega y Gasset en el artículo que escribió sobre el soriano José Tudela, “es amante de lo excelente”, Pep tiene por amigos a Clemente (el pintor bohemio de largos cabellos canos y capa negra), Rosario (su mujer extremeña), Miquel (el tímido profesor) y tantos otros quienes, un buen día, decidieron que ya no podía negarme más a visitarles y nos invitaron Leonor, mi hija, y a mí a esa hermosa isla que les sirve de buen soporte. A las pocas horas de aceptar, teníamos los pasajes en la agencia de viajes.
Sinceramente, contar cómo nos sentimos Leonor y yo en casa de Pep, con su esposa Marga, y con su madre, madó Marguelide, además de con la familia de Marga, significaría desnudar demasiado los sentimientos.
Entre pactos de caballeros, reuniones manducatorias con personas unidas por el amor a la Historia de Mallorca y a su dinastía, finiquitada en los albores del siglo XV y no a mediados del XIV, gracias al honor y tesón de quien siempre se hizo llamar Ysabellis, regine Majoricarum, vino de casa, vino del Arxiduc, arroç brut, sopas mallorquinas, butifarra casera y un a modo de caricaturas que nos hizo la niña Tanit, fuimos visitando la Isla.
La Sierra del Oeste, Deià, el monasterio de Lluc, Valldemossa (George Sand no entendió a las mallorquinas), la decadente y romántica casa del Arxiduc, desde cuyos jardines vería arribar la nave de su prima la emperatriz Isabel (Sissi para los cursis) y la mar siempre presente, colándose por la roca foradada, sin pieles que refrescar, ni reales ni plebeyas. Era invierno, pero sólo se notaba en la ausencia de turistas, por lo demás, todo olía a hierbabuena aunque aún las hojas estuvieran en el limbo, y a aceite, que los frutos sí colgaban maduros de los olivos varias veces centenarios, y los trujales de la possesions (que aparecen por aquí y por allá, recuerdo del pago que los reyes y los nobles hacían a los que le apoyaban) rezumaban la suavidad del óleo sanador y ungidor.
Después, en Tarragona, me dí cuenta de que, en una de las rutas, Pep nos había hecho recorrer la de Lluchmajor, o mejor, la ruta que Jacme III siguió el verano de 1349 para tratar de recuperar su reino, invadido por Pere el Cerimoniós. Nunca el sentimiento imperialista fue bueno, ni tan siquiera en el siglo XIV. La bahía de Pollença, Alcúdia (un auténtico espectáculo sus murallas medievales iluminadas), Sa Pobla (Huyalfàs fue su primer nombre, del árabe, y dicen que significa “agua de prado”), Muro, Inca, Sineu (donde todavía aparecen los restos de uno de los palacios de los Reyes de Mallorca, mandado construir por Jaume II en el año 1309), Porreres, y Lluchmajor…, donde el rey legítimo perdió definitivamente el reino y con él hasta la misma cabeza. En el centro del pueblo han levantado un monumento a Jaume III, en el mismo campo de batalla.
La Ciudad. La Almudaina y sus jardines donde Jacme e Isabel jugaban sin adivinar sus tristes destinos. Bellver, donde sufrieron la primera cautividad. La hermosa catedral, con ajustes de Gaudí y su vegetación reusenc, mediterránea también, esperando los restos del último rey, el dissortat Jacme, ¡más de seis siglos en frías tierras! El mausoleo de Raimon Llull, el call. Una ciudad mediterránea encantadora, a la medida del hombre (Pep tuvo el buen gusto de no llevarnos a ver chalets, casas acosadas y barcos de la realeza).
Sí visitamos, en Sant Joan, el santuario de la Mare de Déu de Consolació, del siglo XIII donde, cada año por Viernes Santo, tiene lugar el Desvallament, en el que Pep participa.
Como tal vez dijera Ysabellis, la última reina de la monarquía mallorquina, recordando su reino en compañía de su vieja ama, Mallorca es como la nota que arranca el juglar a la tiorba, y se alarga y eleva, y va descendiendo hasta enmudecer en la suave curva de una ola. Mallorca huele a alfábrega. Y a la vez es brava como la costa de Pollensa donde se cobijaban las crías de los halcones que tanto agradaban a mi tío Sanç, a mi tío Pagà, a mi padre…

sábado, junio 17, 2006

El loco de la colina

Miércoles, 14 de junio, sobre las veintitrés horas. Programa “El Loco de la Colina”. Dos hombres frente a frente, a cual más interesante, Jesús Quintero y el ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar.
Pregunta del “Loco”
“¿Por qué las cárceles están llenas de gente humilde y no de poderosos, que roban más?”.
¡Con un par, si señor!
La respuesta del ministro…, creo que se fue por los cerros de Úbeda, pero algo contestó, aunque no lo recuerdo. Da igual, tampoco su respuesta hubiera cambiado las cosas.

lunes, junio 12, 2006

De presos y prisiones

A lo largo de un año he visitado, de manera periódica, una prisión. Importa poco decir cuál, pues más o menos todas funcionan de forma parecida, y por otro lado no es el objeto de este comentario dar a conocer ese funcionamiento, siempre desde el punto de vista de los internos.
El hablar con presos, ya sea con rejas y cristales por medio o por teléfono, el conocer sus historias, el mirar sus ojos para tratar de adivinar cuándo mienten o cuándo no –como el resto de los humanos-, el leer sus cartas, el interesarme por otros jóvenes que, ya libres, han pasado por los centros penitenciarios, me llevó a escribir una novela –“Veintiséis años y un día”- que, posiblemente, no vea nunca las letras de imprenta. Sobre todo, me hizo pensar, y mucho, en las causas que llevan a nuestros jóvenes, sobre todo a ellos, a delinquir, y a la función de las cárceles en la sociedad.
Sobre esta función, está casi todo dicho en tratados de Psicología, Psiquiatría y Sociología, y divulgado en revistas científicas. Hay teorías para todos los gustos, desde las que, auspiciadas por el poder –sea el que sea- ven en las cárceles lugares donde los hombres allí encerrados van a formarse espiritualmente, hasta las más críticas que abogan por los regímenes abiertos. Y si nos remontamos a la época en que los libertarios rozaron la felicidad -¡a qué no decirlo¡- pero por tan poco tiempo, la teoría –a la que me uno- es que la mejor cárcel es la que no existe. Creo que en esta línea podríamos inscribir la teoría de la revista Panóptico y otras publicaciones auspiciadas desde la extinta COPEL, que recogen de primera mano el problema y la falta de soluciones interesantes.
Los centros penitenciarios son, por ejemplares que quieran aparecer a la sociedad, lugares donde los allí encerrados pagan su deuda con la sociedad, y no un lugar para rehabilitarse e incorporarse con pleno derecho a la sociedad en la que vivimos. Porque, recurriendo al mundo platónico, una cosa son las leyes y su filosofía –o sea, la Idea- y otra distinta la aplicación de la misma, llevada a cabo (en esta como en cualquier otro ámbito) por seres humanos, con tantas interpretaciones de la letra como cabezas pensantes existen dentro de esos centros o cualesquiera otros.
Pero ¿qué deuda es la que pagan los internos de las prisiones a la sociedad que ésta, a su vez, no tenga con ellos? ¿Y a qué tipo de sociedad nos estamos refiriendo? ¿A esa que es capaz de colocar en un espacio de apenas quinientos metros cuadrados –aludo a una estación de autobuses, pero valdría para otros recintos- ¡cuarenta y dos carteles prohibiendo algo!? Tal vez nos estemos refiriendo a esa otra que tiene a determinados medios de comunicación como portavoces de los poderosos, como el escaparate de lo que inventan y recrean miles y miles de mentes al servicio del capital salvaje en aquel lejano país que domina al mundo, como la ventana por la que se asoman políticos más malvados que la madrastra de Blancanieves, para forzar guerras, votos y voluntades, para mentir y manipular, para hacerse con el botín en las urnas de las mentes más primarias y dóciles. Y qué decir de esa sociedad que coloca el listón alto, altísimo, un listón que los adolescentes y jóvenes, al pensamiento de ¿y por qué yo no puedo?, intentan alcanzarlo al precio que sea, aunque al final sean las rejas.
Pertenezco a ese grupo de personas que piensa, sin rubor alguno, que la sociedad es la mayor culpable –que no la única- de lo que ha sucedido, sucede y sucederá, entendiendo por sociedad a casi todos los que la componen y, por supuesto, yo misma. Nadie, pues, desde mi punto de vista, está libre de culpa. La sociedad somos todos, no es un ente abstracto en cuanto está perfectamente definida, estructurada y compuesta por seres humanos.
Cuando me refiero a la sociedad lo hago partiendo de la célula por excelencia, la familia, desde su núcleo central hasta todo lo que cada cual considere que este concepto deba abarcar, siguiendo por el pueblo, la ciudad, el país, la Iglesia y, por encima de todos, los políticos, esos encargados de regir y administrar los destinos de un país, cuanto más cohesionado, cuanto más dócil, cuanto más integrado en un sistema del cual ellos también son víctimas a la vez que verdugos, mejor.
Hasta ahora la mayoría de las familias funcionan jerarquizadas, y desde ellas, núcleo pequeño, se forman las otras instituciones, hasta la cúpula, sin solución, a no ser por vía de revolución. En las familias aparecen desde la madre castrante preocupada por la gente de su círculo social, pasando por el padre que quiere hacer al hijo a imagen y semejanza suya, a la fuerza si fuera menester y, cuando no lo consigue, le abandona a su suerte a la voz de “con este no hay quien pueda”. Es la misma conducta que después se va a reproducir en las otras instituciones incluidas, por supuesto, las prisiones.
Por eso creo con firmeza que el delincuente no nace, lo hacen, y además, delinque contra un sistema falso y carente de valores, por lo tanto en este caso, los conceptos también deberían ser revisados y adaptados.
Yo no puedo enfrentarme a un joven de apenas treinta años que se nos acerca a Luisa y a mí en la plaza del Pi de Barcelona a pedir un cigarro, con la piel ulcerada y los ojos vidriosos, y decirle que solamente él es culpable de lo que le sucede. Cuando, llegados a esa edad en que cada uno es responsable de su cara, casi siempre, si se ha llegado en circunstancias imposibles, nadie puede hacerse responsable de nada, ni de uno mismo.
Tampoco puedo cargar la culpa de su propia vida sobre Ernesto, Abel, “el Loco”, Práxedes y tantos otros que se pudrieron comidos por el SIDA y la droga en una cárcel concreta de una ciudad concreta, sabiendo, como sé, que quien entraba la droga era alguien encargado precisamente de evitarlo, aunque ella está ya dentro, pagando su deuda.
Por no hablar de los presos políticos que han sido, son y serán, en cualquier lugar del mundo, sin delitos de sangre muchos de ellos, sólo por haberse enfrentado a las leyes paridas por los bienpensantes de esta sociedad tan defectuosa como los humanos que la componen.

miércoles, junio 07, 2006

La excelencia de vivir en Soria

Muchas veces hemos escuchado “en Soria se vive muy bien”, referido al nivel económico que gozan sus habitantes. No sé cual es la media de renta per capita de esta tierra, pero sí puede decirse que la Estadística es la técnica (imposible llamarla ciencia) más injusta que se conoce, sin negarle su efectividad. La definición de Estadística viene a decir que se trata de “la manera de obtener indicaciones probables de conjuntos imperfectamente conocidos”. Desde luego.
Para calcular la renta por persona se suman los beneficios de un agricultor con una hacienda en propiedad de cinco mil hectáreas, por ejemplo, más el sueldo de un político (las dietas no entran, no sé porqué, con lo que les sobra para su particular pecunio), más los beneficios de cualquier prócer de la construcción (no se tienen en cuenta los ilegales), el sueldo de un funcionario del grupo A, I, o como sea, etc., y a ello se le añade (cosas de la estadística), la pensión no contributiva, cualquier otra pensión injusta, el sueldo de un chaval de veinte años con contrato de aprendiz, y todo junto, se suma y se divide por el número de los elementos, y ya tenemos la media. ¿Existe algo más injusto? Eso sí, aunque sólo sea en el mundo de la estadística, pobres y ricos forman un conjunto ideal.
Esto pensaba y de esto hablaba con un amigo, cuando pasó por allí Gregorio Alonso, esa magnífica y generosa persona, colaborador también con Cáritas, y digo también, porque Goyo está allá donde se le necesita. Le comenté el tema de la pobreza en Soria, la parte alícuota que le corresponde a esta provincia de los nueve millones de españoles que viven por debajo del umbral de la pobreza ¡nueve millones! Más del veinte por ciento de una sociedad que se define progresista, europea, justa... Gregorio me dijo que en Soria eso es muy difícil de saber porque poca gente lo dice. Los sorianos, de natural comedidos, aguantan de manera numantina sus necesidades. Los pobres ni tan siquiera se atreven a manifestar su pobreza, como si fueran ellos los culpables.
Al día siguiente de la conversación, Goyo dejó en mi buzón el boletín de Cáritas, la memoria del año 2004. Esta ONG, según mi criterio y a pesar de mi reconocido agnosticismo, es de las pocas, poquísimas, que actúa directamente sobre las necesidades tangibles y urgentes de las personas que se acercan a ella. Ya sé que muchos prefieren la Justicia, yo también, pero mientras llega, si es que llega, las personas se morirían, literalmente, de inanición, si organizaciones como Cáritas no practicara la caridad.
Bien, pues en el año 2004, Cáritas Diocesana de Osma-Soria había atendido a 2.993 personas y había invertido en sus necesidades perentorias más de ciento cincuenta y tres mil euros, casi veintiseis millones de las antiguas pesetas. A esta aportación social habría que añadir las acciones que lleva a cabo Cruz Roja, más los servicios sociales del Ayuntamiento, etc.
¿En Soria se vive bien? El que vive bien, como en todos sitios y lugares. Pero en Soria choca mucho más esta injusticia, se podría pensar que en una comunidad pequeña, donde, según dicen, todo se sabe, debería saberse, esto sí debería saberse, que viven demasiados conciudadanos, estos tres mil más no se sabe cuántos que no se atreven a decirlo, por debajo del umbral de la pobreza. Porque debe ser para ellos muy amargo comprobar cómo se debaten los temas más accesorios y superficiales sin tener en cuenta algo tan fundamental como es el drama particular que están viviendo enmedio de tanta tontería de ricos caprichosos y de administraciones con ganas de agradarles.

lunes, junio 05, 2006

Poner la zorra a guardar las gallinas

Creo que fue en las noticias de Cuatro donde Iñaki Gabilondo (quien por cierto da cada día una lección de cómo informar) dijo que un tercio de los billetes de quinientos euros que circulan en Europa lo hacen en España, procedentes del dinero negro, y que casi todos chocan con los ladrillos. A nadie se le escapa este hecho. Ya se sabe que España es el paraíso de los especuladores inmobiliarios. Uno de ellos, hace ya algunos años, cuando le pregunté sobre la costumbre de cobrar una parte del precio de la vivienda en negro, me dijo que era algo tan habitual entre el sector que nadie se lo cuestionaba.
Parece ser que alguien ha pedido a los bancos que se impliquen e informen sobre los clientes que demandan este tipo de moneda o sobre aquellos sospechosos de ciertas ilegalidades. ¿Cuándo se ha visto que se encargue a la zorra el cuidado del gallinero? Precisamente los bancos asesoran sobre las inversiones de todo tipo…
Pero, me pregunto ¿tan difícil es pillar in fraganti a un especulador del suelo que pide dinero negro? ¿Ningún funcionario de Hacienda, de Justicia, del Ministerio del Interior, de los Registros de la Propiedad, ha adquirido viviendas? ¿Juran, prometen, o se rigen estos funcionarios por algún código deontológico? ¿Están o no obligados a denunciar el delito?
Si se sabe el precio del metro cuadrado construido en todas y cada una de las ciudades, villas y aldeas de las distintas nacionalidades de este país, si se vocea, si se comienza a protestar por ello (¡ya era hora!) ¿Por qué cuando se escritura más barato no se persigue el delito?
Que digan de una vez que a nadie interesa perseguirlo, y acabemos.

El 112

Cómo protegerse de los kamikaces
Los límites de velocidad en las carreteras sorianas se respetan igual que se hace en el resto de la red viaria, o sea, nada. Cuando los jóvenes, y los no tanto, ven ante ellos unas pistas medianamente buenas y vacías, se van colocando con el pie derecho y el acelerador y ancha es Castilla. No me gusta dar reprimendas a los jóvenes, todos los que hemos rebasado esa edad, hemos pasado antes por esa etapa y con eso está dicho todo. Pero es que los que se matan en las carreteras son jóvenes sobre todo y las consecuencias de esas muertes acarrean la desgracia para el resto de las vidas a las familias, sobre todo a los padres. Y no digamos si, además de matarse ellos, se llevan por delante a otros, algo que sucede habitualmente. Cada cual haga con su vida lo que quiera, incluso se la quite, pero la de los otros ya es otro cantar.
Todo esto para decir que hace unos sábados en catorce kilómetros padecí tres infracciones graves, al menos dos de ellas. En la recta de Buitrago hube de padecer las luces largas del vehículo que circulaba hacia Oncala, durante dos o tres kilómetros. Un poco más adelante otro vehículo, que circulaba en la misma dirección que el anterior, pasó a velocidad de OVNI. Y ya rebasada la localidad de Garray, me adelantó un coche rojo, potentísimo, por la raya continua; no es que la pisara, es que comenzó y finalizó el adelantamiento por ella.
Bien cierto suena el último slogan de la Dirección General de Tráfico “no podemos conducir por ti”. Tampoco puede cada vehículo ir escoltado por agentes de la benemérita. Y por lo visto ningún político se ha planteado seriamente atajar de raíz el problema y obligar a los fabricantes de vehículos que abandonen la práctica de sacar al mercado estas armas ilegales. Casi nadie duda que el binomio político-capital produce muchas muertes. Si por un lado se trata de conseguir votos, legislan lo que haga falta y limitan la velocidad, pero si además de votos quieren dinero y llevarse bien con los poderes económicos, dejan que se fabriquen vehículos que pueden –y de hecho alcanzan- hasta los 220 kms./hora. Es el terror legal.
Habiendo llegado a la situación insostenible del elevado número de muertes de jóvenes en las carreteras, gracias a la mezcla de velocidad, alcohol, fiestas veraniegas, pasotismo total y manejo de vehículos fabricados a de manera ilegal, al ciudadano de a pie sólo le queda una solución, actuar por su cuenta y utilizar los servicios del número de emergencia 112.
En estos casos está justificada la alianza ciudadano-policía, porque nos puede tocar a cualquiera tropezarnos fatalmante con un kamikaze, y esa alianza evita muertes. Se trata de orillarse, sacar el móvil (ahora que todo el mundo cuenta con él), marcar el 112 (dicen que se consigue hasta donde no hay cobertura) e indicar a la Guardia Civil de Tráfico los datos que hayamos podido conseguir del kamikaze y la carretera donde se ha cometido la infracción.
¿No solicitan de vez en cuando colaboración ciudadana? Pues que hagan campañas también para estas situaciones.