viernes, diciembre 08, 2006

El "ladrillo" subvencionado

Diari de Tarragona, dissabte 2 desembre 2006, de EFE, recoge: Naciones Unidas alertó sobre la “especulación urbanística desenfrenada” del mercado de la vivienda en España, y considera que el Gobierno debería modificar el sistema de deducciones fiscales a la compra de inmuebles porque, en su opinión, se “está subvencionando a los promotores con dinero público”, según explicó ayer el relator de la ONU para vivienda, Miloon Kothari.
Hace muchos años que algunos contribuyentes se quedan pasmados, sobre todo si no están acostumbrados a pasar por el ordenador PADRE (creo que se llama), cuando la funcionaria pregunta ¿Propiedades? Ninguna. ¿No tiene usted hipotecas? Con voz de asombro. Pues no, vivo de alquiler y sólo puedo declarar el sueldo (mínimo casi siempre) por ver si me devuelven parte del IRPF deducido. La funcionaria (casi siempre son mujeres) resuelve, por mediación del PADRE, que la declaración sale a pagar.
Claro, se trata de un pringao que vive de alquiler, porque de tener dos pisos con hipotecas, más un apartamento en Salou con hipoteca también, le hubiera salido a devolver un auténtico pastón. Y el inquilino mileurista, con un hijo o más, sin dinero (ni negro ni blanco) para pagar la entrada de un piso, ni posibilidades de que nadie le avale ni, por supuesto, de poder hacer frente al recibo mensual de la hipoteca, se le queda cara de gilipollas y piensa, con razón, que en este caso, también, las leyes están hechas para los ricos.
¿Es posible que con tantos años como ha gobernado España un partido Socialista Obrero, se siga subvencionando a los ricos con el dinero público? Claro, piensa el mileurista, cayendo por fin de la higuera, se subvenciona al que compra, pero los más beneficiados son los promotores.

Fichar a un adolescente

Si a un chavalillo le detienen por estar pintado grafittis en una pared, la culpa no la tienen el o los policías, desde luego, la tienen los encargados de hacer las leyes. Si a una prostituta le hacen pasar la noche en Comisaría por estar ejerciendo el único oficio para el que no le piden papeles, de nuevo los culpables no serán los encargados de hacer cumplir una ley que han parido los responsables de ello. Si a un muchacho de diecisiete años le detienen por estar repartiendo con otros dos muchachos de más o menos la misma edad, las plantas de marihuana que han cultivado en una maceta –grande, pero maceta- la culpa la tienen, de nuevo, los encargados de hacer leyes. Así podríamos continuar durante horas, diciendo también que por muy fieras que fueran los grises, les mandaba el ministro de turno, afín al jefe, o sea, Franco. Otro debate sería quien o quienes se vestían de gris existiendo otros trabajos.
O sea, que los señores diputados hacen las leyes y los agentes del orden se encargan de que se cumplan. Esta es de esas preguntas que aparecen en los exámenes para cubrir plazas de freganchines en los lugares públicos. De ello se deduce que los encargados de hacer las leyes son unos ineptos, unos vagos, unos antiguos y cada cual que siga aplicando los adjetivos que les parezca. Lo más grave de todo es el pastón que cuestan a todos los españoles. Con esos sueldos que cobran y esas prebendas de que gozan, podrían estar al día y saber qué pide, qué necesita y qué quiere la ciudadanía, pero toda, cada grupo, no sólo lo que les interesa a la gente de su clase social.
La mayoría, y digo la mayoría, de la gente joven y no tan joven, quiere que se legalice la marihuana, y lo quiere, y lo ha demandado, desde hace ya muchos años. Este hecho evitaría el tráfico del hachís, el que se adulterara y se enriquecieran unos pocos a costa de muchos, dejaría hueco en las cárceles para los corruptos del ladrillo, por ejemplo. Y evitaría el que a muchachos de diecisiete años se les fichara de por vida (fotos de perfil, de frente y huellas) con el sofocón, el disgusto y la lacra social que en lugares pequeños conlleva ese hecho. ¡Cómo si no hubiera delincuentes sueltos! Otro ejemplo, los que no pagan la pensión a sus hijos.
Discutir aquí y ahora los beneficios de la marihuana no procede, ya lo han hecho mentes preclaras. A mí, cuando me diagnosticaron un glaucoma, tres médicos, extraoficialmente, me aconsejaron que la fumara, y el glaucoma desapareció, sin que por ello me acostumbrara a la maría y me haya convertido en drogadicta.
A ver si de una vez podemos tener unas leyes para la sociedad y no una sociedad para las leyes.

sábado, diciembre 02, 2006

El golf y su simpleza

Hace unos días escuché a Iñaki Gabilondo informar sobre la existencia de trescientos campos de golf y el proyecto de poner en servicio cuatrocientos cincuenta más. Es decir, que la existencia de campo de golf en una urbanización es un valor añadido a la hora de emplear el dinero –ya sea negro, ya de color, o blanco- en la cosa del ladrillo.
Estamos inmersos en la cultura del ocio –no sé de dónde saca la gente el dinero- y las personas distinguidas deben pensar que eso de tratar de meter la pelotita en un hoyo queda de lo más, de lo más. A mi me importaría poco la forma en que se divierte la ciudadanía, pero resulta que los campos de golf necesitan una enorme cantidad de agua y que se construyen al Sur y en Levante, donde el sol broncea más las pieles, o sea, donde el agua escasea, a veces de forma alarmante.
El agua es un bien indispensable y, por tanto, el abundante gasto en caprichos como los campos de golf debería estar, directamente, prohibido y considerarse como delito ecológico, sobre todo en el Este y el Sur.
El golf es lo que los pastores de toda la vida llaman la gurria. Pues que jueguen a la gurria como lo hacían los pastores, en el monte, entre las matas, los arbustos, los árboles. Si no quieren pintar círculos que hagan agujeros, si no les gustan las cayatas, que se encarguen buenos palos o como se llame la herramienta con la que intentan meter en el hoyo, y las pelotas no es necesario que las hagan con madera de brezo, pero que dejen el agua para menesteres necesarios, por favor.

domingo, noviembre 19, 2006

El observatorio de la despoblación

En mi última estancia en Soria he tenido ocasión de escuchar, en la cadena SER, una entrevista sobre el Observatorio permanente de estudio de la evolución de la despoblación en Castilla y León.
Los esfuerzos de la periodista se dirigían a la averiguación de la función del tal observatorio, dependiente de las Cortes de Castilla y León. Lo más claro de la entrevista fue que eran 31 las personas observando, que se reúnen dos veces al año con carácter ordinario y todas las veces que se soliciten con carácter extraordinario. También quedó claro la elaboración de estudios anuales, recomendaciones para la lucha contra la despoblación y la creación de una biblioteca virtual sobre los análisis.
No tengo muy claro qué pensar de este ¿organismo? No quiero recurrir a la reacción alérgica que me producen la mayoría de los políticos, prefiero creer que este observatorio se ha creado con buena intención y no sólo para cobrar dietas, colocar amigos y poco más. O sea, voy a tratar de pensar, con firmeza, que el Observatorio permanente… es una buena cosa. Dicho esto:

¿La despoblación se combate observándola?

miércoles, noviembre 01, 2006

El mal trato a los inmigrantes, que no cesa

Lo que voy a contar ha sucedido en Soria. Podría haber sucedido en cualquier otra ciudad, pero ha sido en Soria, concretamente en la capital, y como quiero situarlo y, a poder ser, que llegue a oídos de la propietaria del piso o de algún familiar, lo sitúo exactamente donde ha sido.
Una pareja compuesta de una muchacha de un pueblo cercano y un muchacho negro, fueron a visitar, por la zona de la Estación de Autobuses, un piso que anunciaban de alquiler al precio de cuatrocientos euros al mes, según la propietaria les indicó por teléfono. Al visitarlo, la mujer, mirando insistentemente al hombre, les indicó de forma nerviosa que el piso lo quería “limpio, muy limpio”. He decir que el hombre presenta un aspecto magnífico, alto, guapo, muy limpio, habla varios idiomas, aunque el trabajo que realiza nada tiene que ver con sus condiciones intelectuales y culturales, por lo que tal vez habría que pensar que el color tostado le pareció a la propietaria falta de higiene.
Al salir del piso, alquilado ya de palabra, la mujer dijo que el alquiler les supondría cincuenta euros más de lo pactado por teléfono, aún así, estuvieron de acuerdo. Al llamar al día siguiente para hacer el contrato, la propietaria se volvió atrás y no les alquiló la vivienda.
Como el hecho, por desgracia no único ni aislado, se comenta solo, lo dejaré aquí y cada cual ponga su acento.

domingo, octubre 29, 2006

La "crida" de Sant Joan


Cuando conozco un lugar que me llega al alma no puedo evitar compartirlo. Esto (como es el caso de los pueblos deshabitados de Tierras Altas, en Soria) hace que nos pidan rutas y mapas, y tanto mi hermana como yo nos resistimos a veces, como si lo descubierto fuera algo propio y temiéramos su destrozo, aunque finalmente acabamos haciendo las rutas. Pero esto es un blog, no un web, toda la isla de Mallorca está adecuadamente habitada, por lo que la población se dedica a vivir y no a curiosear por Internet y, lo definitivo, yo no soy Lucía Etxebarría, quiero decir que no anda por ahí la gente viendo qué opino de tal o cual lugar.
Dicho esto, y considerando que los turistas buscan en Mallorca las calas, el sol, los chiringuitos caros y, a poder ser, ver de echar un ojo a alguien de la monarquía, la nobleza y/o ricos con yates de impresión, diré que la comarca de Mallorca conocida como Es Pla es, para mi gusto, la más auténticamente mallorquina, sin temor a que los turistas vayan a molestar a los pacíficos, hospitalarios y amables habitantes de Es Pla.
Hasta ahora, todo lo que he conocido de la isla de Mallorca me gusta. Será porque las dos veces he ido en época de no-turistas. La Sierra de la Tramontana, las calas, la sobrasada, el butifarró, el camaiot, los higos secos, las alcaparras, las guàtlleres que cenamos en Son Bascos (sobre todo esto me ilustra mi amiga Marguelide, de Petra), el gótico, el vino, en fin, todo mezclado, hasta las possesions.
Pero Es Pla me parece que debe ser la esencia de la Mallorca rural, lo que ha sido siempre esta isla, rural, hasta que hace cuarenta o cincuenta años se dedicó al turismo. Es Pla no es turista, por fortuna, es una zona para el visitante, con lo que se puede disfrutar del mundo cuasi arcaico y, a pocos kilómetros, darse un baño en la playa, o ir de excursión a la Sierra de Tramuntana, o acudir a Ciutat para empaparse bien de monumentos y yates.
Buñuelos de patata en Sineu, cerámica útil y a buen precio en Muro, viejos molinos que han perdido la madera de las aspas, otros muy bien conservados, edificaciones de piedra para guardar las herramientas, norias, ovejas, olivos y árboles frutales, adornan los campos de esta comarca, por donde, de vez en cuando, aparecen cerdos negros que serán sacrificados por San Martín, como corresponde. Sobre todo ello sobresalen las torres de magníficas iglesias de exterior barroco e interior de crucería, o monumentos como el de Petra a fray Junípero Serra, originario de ese lugar.
Y puede suceder, como de hecho sucede, que estando hablando tranquilamente con Marguelide en el enorme salón de su casa, en Sant Joan, con la torre de la gran iglesia a pocos metros, se escuchen los sones de una jota mallorquina seguidos de un toque militar, tres veces. Es una señal que no voy a descubrir aquí. Es una crida, una llamada de atención, una forma de comunicarse que sólo ellos entienden.
Si a esos toques le sigue después la voz del alcalde, es para comunicar algo de interés, para pregonar una conferencia, una exposición, o cualquier otro acto cultural.
Se trata de una forma ancestral (a excepción del altavoz y las nuevas tecnologías), de conectar con los vecinos, sustituyendo al bando escrito, relativamente moderno. Es la forma de dar noticias de interés local que se mantiene, en su esencia, y que en otros lugares lo hace –lo hacía- el pregonero a toque de instrumento de viento. Y es, en definitiva y en el pueblo de Sant Joan de Es Pla de Mallorca, un sistema de signos o formas del lenguaje, que se inscribe en el campo de la semiótica o de la semiología, según las corrientes lingüísticas que se consulten. Un lenguaje que, cuando no hay voz, sólo ellos entienden.

miércoles, octubre 18, 2006

La vuelta al terruño

Acabo de leer que algunos sorianos que en su día emigraron a Argentina desean volver a su tierra y no partir más. Suena hermoso y melancólico. Creo que Amin Maalouf se equivoca cuando escribe que el hombre tiene orígenes y no raíces. Al hombre, en general, le tira el terruño, sea como sea ese lugar que le vio nacer, y siempre desea volver a él por mucho que su lugar de residencia haya sido hermoso y beneficiado por los dioses. Aquello que cantara Serrat, “si te toca llorar es mejor junto al mar”, parece no anidar en algunas almas.
La distancia agranda las cosas, cuanto más pequeñas son, más las agranda. Tal vez desde Mendoza, Corrientes o Buenos Aires, a la vista de la grandeza de una vegetación exuberante, o de unos ríos como mares, los hombres y las mujeres sorianas recuerden su río Linares o su peña del Espejo como contrapunto a tanta grandeza, pero amplían el canon, pues no es posible la comparación. Tal vez desde aquel país habitado por gente de hablar cálido y cantarín, recuerdan a su papá, que no a su padre, e imaginan lindo lo que es austero.
Ojalá les vaya bien, pero me viene al recuerdo una canción popular, que creo es sudamericana. “Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida/por eso comprende como están de ausentes las cosas queridas/Entonces, muchacho, no partas soñando el regreso/que el amor es simple/y a las cosas simples se las lleva el viento”.

Al rico comicio

No sé si somos capaces de darnos cuenta de que en este país nuestro nos encontramos en estado de gracia comicial con una frecuencia abrumadora. Encantados como estamos, en general, con esta democracia jacarandosa y colorista, no vemos más allá de políticos ante fieles seguidores a quienes sólo faltan los pompones. Políticos haciendo las promesas más disparatadas, sin temor a que suceda como en Hungría, donde la difusión de una conversación con Gyurcsany, en la que admitía haber mentido para ganar las elecciones, provocó un buen conflicto que todavía colea. En España, ya lo decía el profesor Tierno Galván, las promesas electorales se hacen para no ser cumplidas, toda una lección de ética política.
Parece que en este país se vive por y para los comicios, porque en ellos los políticos se juegan la manduca, y ya se sabe que con las cosas de comer no se juega. ¿Sería tan difícil unificar estas fiestas y jolgorios y procurar que los ciudadanos votaran de una sola vez para las generales, autonómicas y locales? Esto ahorraría, en primer lugar, dinero a las arcas del Estado, tan necesario en cualquier economía. Y después sería un buen ejercicio de sanidad mental, sobre todo para todos aquellos que no votamos y a quienes nos parece casi todo una comedia.
Aquellos polvos de las autonomías han traído estos lodos de burocracia retorcida y comicios cuasi permanentes, que obliga a tener instituciones por duplicado o triplicado y a votar para todas ellas.

Los graffitis

Hace unos días aparecía una noticia en un periódico local sobre la detención, en Arcos de Jalón, de unos muchachos de Madrid que contaban entre 19 y 21 años. El motivo no era otro que el haberles hallado en posesión de sprays y demás armas de pintura masiva y el tener la constancia de que habían sido los ejecutores de la decoración de trenes, paredes y otras superficies susceptibles de ser pintadas.
Leyendo la noticia recordé mis numerosos viajes a Madrid en tren. Al llegar al callejón del Henares aparecen a los ojos del viajero paredes medio derruidas, fábricas en ruinas, restos de vehículos, todo ello mezclado con una vegetación rala y grisácea por mor de las fábricas ubicadas en la zona. Ese trayecto sería cuanto menos deprimente si no fuera porque los jóvenes artistas del graffiti han dejado, no para la posteridad, pero sí para ojos agradecidos, sus magníficos dibujos, esos graffitis con mensajes a veces rebeldes, propios de la edad de los artistas.
No sé lo que habrán pintado en Arcos de Jalón, pero si entre lo decorado figuran paredes y ruinas como los del Henares, sin duda habría que agradecerles el detalle. En caso contrario, ya pagarán la multa.
Hace unos diez años, el hijo de una amiga mía, pintor que ha llegado a ser, y de cierta calidad, se dedicaba a esto del graffiti, además de estudiar y obtener notas altas, un curso por delante que los jóvenes de su edad. Pero el chaval tenía la rara habilidad de estar siempre donde a los bienpensantes y gente de orden no les gusta ver a los muchachos (me gustaría saber dónde les gusta a esta gente verles, o vernos a todos).
La madre, divorciada, no acababa de encontrar la explicación a este hecho, ni sabía bien qué pensar, llegando a crearse una sensación de culpa, que a veces achacaba al hecho de haberse divorciado. El hijo se bañaba desnudo y a los diez minutos un agente del orden pasaba por allí y le multaba. Ensayaba con un grupo canciones transgresoras, en un polígono de las afueras, y cuando no se quejaban los vecinos por ruidos, se quejaban otros por el contenido de las letras, y multa, quejas o lo que se terciara. Se tumbaba en el alto de la Dehesa a juguetear con moza presta, y la sombra alargada como la del ciprés de Delibes aparecía por detrás de un pino para avisar de la necesidad de conservar el orden moral. No digamos ya cuando, tranquilamente, se dedicaba a decorar con graffitis paredes mugrientas.
El muchacho, con esa paciencia envidiable de la que hacen gala algunos jóvenes, se lo pasaba casi todo por las pestañas, consciente de que lo que hacía no era punible. Pero la madre se angustiaba cada vez más, hasta que un día, de pronto, se le hizo la luz y como si de una Madre de la Plaza de Mayo se tratara, cogió la mitad de la antorcha reivindicativa del hijo, se puso delante de un ordenador y escribió una carta que dirigió a varias autoridades judiciales y políticas. Posiblemente estas autoridades harían con su carta lo que Oscar Wilde con el comentario de un crítico a su obra, decirle: “estoy en el cuarto más pequeño de la casa, tengo delante lo que usted ha escrito sobre mí, dentro de unos segundos lo tendré detrás”.
Pero al menos se quedó tranquila. Después de espetarles que la vida se estaba convirtiendo en una criminalización permanente de casi todo, les requería para que enviasen, a todos los ciudadanos, una lista con lo que podía hacerse, mucho más corta, por descontado, que la de prohibiciones. Más que nada, concluía, para hacer lo contrario en todo momento.

El Archivo Histórico de Soria

He escuchado que se está tratando de acercar el Archivo Histórico al público con motivo de alguna efemérides. Me parece muy bien. Es necesario acercar la historia al pueblo, aunque sea para evitar que, en algunos casos, se repita.
El Archivo provincial está en la plaza de San Clemente, en lo que fuera palacio de los nobles Ríos. Es amplio, agradable y cómodo. La verdad es que, los que estamos acostumbrados a acudir a él, nos encontramos a nuestras anchas investigando entre documentos y legajos que muestran las historias que conforman la Historia, con mayúsculas.
Allí, la palabra, el comentario, el chascarrillo, el rumor, no está recogido, o sea, que no existe sección de hemeroteca reciente. Uno se encuentra con un documento notarial, por ejemplo, donde tal o cual hidalgo, mesteño o bordador, se identifica, dice de quien es hijo y nieto, con quien está casado, cuántos hijos tiene y a quien lega sus bienes, pocos o muchos.
En aquellas cajas aparecen contratos para construir o restaurar iglesias, ermitas, retablos, casas particulares, palacios, y se sabe quién era maestro cantero, maestro dorador, artífice de custodias, cálices, etc.
El Catastro del marqués de la Ensenada, pueblo a pueblo, aldea a aldea, despoblado a despoblado, nos indica con pelos y señales, cómo era la sociedad del siglo XVIII, los cultivos, las yugadas, si había o no hospital, cárcel, los impuestos que se pagaban y a quién, las lindes, descripciones de las tierras, datos que se repiten, más de un siglo después, en los amillaramientos de 1881.
Cuentan también en los fondos del Archivo con innumerables fotos, de Soria y su provincia, ordenadas y catalogadas. Una interesante biblioteca con fondos históricos. Archivos enteros de distintas localidades han sido depositados en sus almacenes.
En fin, un mundo que nos transporta a otras épocas, que nos enseña la realidad pura y dura de las voluntades que acudían a poner en letra, a la casa de los notarios o escribanos, lo que de verdad tenía para ellos sentido. Nobles y plebeyos.
Yo sé que esto no gusta a muchos cultos, catedráticos y demás, quienes piensan que se encuentran en posesión de la suficiente autoridad como para que se les evite el ser molestados, por un lado. Y por otro, creen que tienen la patente de corso suficiente como para ser ellos, exclusivamente, quienes investiguen en los arcanos cajones y baúles. Creen que el vulgo no está capacitado para entender lo que esos documentos y legajos guardan.
Pero yo creo que todo el que acude allí a buscar esto o aquello, lo hace porque tiene un interés concreto, o general, pero un interés, y eso es ya más que suficiente para que el Archivo Histórico Provincial abra sus puertas, como lo está haciendo, y realice una labor pedagógica. Los intelectuales deben acostumbrarse a que no se les considere como a un grupo elevado a los altares de la sabiduría.

jueves, septiembre 21, 2006

Conservar el patrimonio o el arte de vender cultura

Que la especulación urbanística se está cargando el patrimonio de las ciudades, villas y aldeas es algo que, por repetido, parece que nadie lo oye, nadie lo lee y, si se oye o se lee, ni se escucha ni se aprehende. Como si fuera algo inevitable. Algo natural, como que llueva en otoño.
Por otro lado, a los nuevos ricos (todos gracias al ladrillo o a poner el cazo para que los del ladrillo se lo llenen) les da igual lo que compran y donde lo compran. Invertir en ladrillos es lo que cuenta, cuando antes, los ricos, invertían en Arte, en primeras ediciones, en palacetes, pero para vivir en ellos previa restauración, no para tirarlos y construir bloques de apartamentos.
Si la especulación (esa de los billetes de quinientos euros que ahora investiga Hacienda), se ha cargado ya media España, en las costas catalanas, en las de Levante y en el Sur, se lo han cargado todo. Se han pasado las playas, los aigüamolls, las calas, los riscos, las torres de vigía y todo, absolutamente todo, por la entrepierna de ellos y del resto que les apoya.
Han construido en las rieras, y el agua de las lluvias, año tras año, inunda las casas y se lleva los vehículos. Han comprado las voluntades de choricetes tipo los ediles de Marbella. Han convertido en melena de campana árboles centenarios, y todo, para construir horribles apartamentos, despersonalizadas casas apareadas, insufribles chaletes acosados, parques infantiles que jamás, nunca, son revisados, repintados, limpiados. Y la gente sigue tragando.
No contentos con urbanizar viñedos, oliveras, parques naturales y lo que se interponga entre los ladrillos y los bolsillos, llaman a lo antiguo y venerable, viejo, y arremeten contra los cascos urbanos y contra la salud mental de algunos habitantes quienes, ajenos a esta especulación, desean que el patrimonio se conserve, no el de sus pueblos de nacimiento, sino todo aquel que merezca la pena conservarse.
La Costa Dorada de Tarragona es un ejemplo de lo que escribo y, entre ellos, el otrora bellísimo pueblo de Creixell. Casas del siglo XVIII sin cuidar, porque sus propietarios están esperando una oferta para ser derribadas y sustituidas por horribles pisos, vulgares viviendas, de hormigón revocado. Y tendrán la oferta, seguro.
Todo esto del ladrillo y la especulación acabará en cuanto que a los gobiernos central y autonómicos les de la gana de intervenir. Esto no puede continuar mucho tiempo. Cuando, por fin, acabe, los pueblos serán auténticos adefesios, vulgares villorrios al gusto de los años sesenta y setenta, sitios donde nadie, nadie, acudirá, porque nada les invitará a ello. Y entonces ¿quién va a ser el responsable del desaguisado urbanístico?
Desengañémonos, un buen día, la gente volverá a la cordura, el turismo de calidad se impondrá (ya comienza a hacerlo), y entonces lo que venderá será el Arte, la Cultura, la Historia. Interesa ir invirtiendo en estos temas, con mucha más clase y mucho más interés que las moles de hormigón.

Siempre haciendo nación - La Diada -

Capitales, caps de veguerías, villas, ciudades y aldeas, todos y cada uno de los asentamientos catalanes celebran, el día 11 de septiembre, la Diada, la Festa catalana por definición.
Hay celebraciones para todos los gustos, desde las institucionales, hasta las espontáneas, pasando por las que organizan los ayuntamientos (sin intervenir más que para pagar las coblas y los almuerzos), las ofrendas florales de sindicatos, equipos de fútbol, asociaciones, partidos políticos, particulares y todo aquel que lo desee. Y la bandera de las cuatro barras presente en todos los lugares, en balcones, flores, coches y donde cada cual quiera, sin estridencias, con naturalidad.
No existe la irritación, ni la crispación, salvo la saludable pitada democrática que el pueblo otorgaba cada año al Partido Popular cuando acudía a depositar flores al monumento de Rafael Casanovas (al Fossar ni se atrevía), hasta que dejaron de hacerlo. Conviene que los políticos sean, de vez en cuando, coherentes y si no lo son, es obligación del pueblo recriminárselo. Claro que el pueblo no haría otra cosa, pero al menos en días como estos conviene, por salud democrática.
¿Cómo se le ocurre a la derecha centralista depositar flores en el monumento de Rafael Casanovas o en el Fossar de las Moreras? Si precisamente uno y los otros lucharon contra ese centralismo y contra todos los monarcas que liquidaban los fueros y las libertades, machacando el intento, repetido durante siglos por la voluntad de los catalanes, de ser una nación. ¿Saben, siquiera, el origen del himno nacional catalán? Si lo conocen y lo cantan es otra incoherencia ¿Conocen el primer Onze de Setembre, cuando Felipe V acabó, otra vez en la Historia, con todas las ilusiones de los catalanes?
En fin, esto es agua pasada. El caso es que en la actualidad, cada Onze de Setembre, en toda Catalunya se escucha la palabra PAZ, y no sólo se escucha, también se percibe, se tacta y se ve. Marina Rosell pone música a poemas de Maragall, el abuelo del actual honorable. Paco Ibáñez canta en euskera para intentar que el proceso de paz de Euskadi no se vaya por las alcantarillas de la cerrilez, la bruticia y la incomprensión. Se escucha El cant dels ocells, se escuchan también las palabras de Pau Casals en las Naciones Unidas “Soc catalá…”. Se levantan castells, se bailan sardanas, se almuerza pá amb tomaca, butifarró, cansalada, sardines i ví, como hicimos Israel y yo en Creixell, y se percibe, al igual que la paz, el sentimiento y el orgullo de querer ser catalanes. Y contra los sentimientos, ya se sabe, no hay nada que hacer.

martes, agosto 29, 2006

En el aniversario del asesinato de García Lorca

Con motivo de tan triste efemérides, el hispania Ian Gibson, a quien sigo, ha sido entrevistado en variados y numerosos medios de comunicación. Con todos los respetos para el señor Gibson, para investigaciones biográficas prefiero a Antonina Rodrigo, granadina y barcelonesa de adopción “infatigable obrera de la investigación” como ha sido definida.
Y digo esto, porque en una de las entrevistas a Ian Gibson, él responde, a la pregunta de la amistad entre Lorca y Dalí, “que se quisieron mucho”. García Lorca quiso mucho y fue siempre amigo de Salvador Dalí, no así al revés.
En 1975, la colección Textos, de Planeta, publicó “García Lorca en Cataluña”, de Antonina Rodrigo. En esta obra, muy trabajada y documentada, puede leerse lo que todo el mundo sabía, de qué forma el gran poeta granadino fue traicionado, aún después de muerto, por Salvador Dalí y, de paso, por el cineasta aragonés Luis Buñuel.
Federico García Lorca se enamoró de Catalunya gracias a Dalí, con quien coincidió en la Residencia de Estudiantes, y gracias, también, a Ana María Dalí. Desde ese enamoramiento, Barcelona y Figueres fueron para Lorca lugares de referencia. En Barcelona leía sus obras, estrenó alguna de ellas con Margarida Xirgú (otro personaje biografiado por Antonina Rodrigo) formaba parte de tertulias pero, sobre todo, era invitado a los ateneos populares (entonces los obreros tenían intereses culturales y resultaban personas mucho más interesantes que los intelectuales de hoy), donde le seguían con verdadero interés.
Cuando en 1928 Salvador Dalí firmó el Manifiesto Antiartístico Catalá, pidiendo, entre otras cosas, que se derribara el Barrio Gótico de Barcelona, comenzó el alejamiento entre los dos amigos por parte de Dalí, pues Lorca, en cuanto a ideas, no tuvo nada que decir. Y es que Dalí había entrado de pleno en el surrealismo, en el más duro, en el que era necesario abjurar de su pasado y su familia, como hizo el pintor ampurdanés, escribiendo en uno de sus cuadros, el que representaba un Sagrado Corazón, la frase “Yo escupo sobre mi madre”, por cierto, fallecida muchos años atrás.
Junto con su pertenencia al surrealismo, Dalí comenzaría la traición a quien fuera su amigo. En su ayuda acudió Buñuel. El título de la película Un Chien andalou, según J. Francisco Aranda, estaba dedicado, entre otros, a Lorca, ya que los norteños de la Residencia de Estudiantes llamaban perros andaluces a los béticos que vivían en la institución.
El colmo de la traición llegó en 1971, cuando le preguntan a Dalí si se emocionó cuando se enteró de la muerte de Lorca, y él contestó “Me alegré mucho”.
Pero bueno, qué se puede esperar de un personaje que defendió a Hitler y fue forofo de Franco, que dijo “si yo pusiera una bomba, sería a las terceras clases, porque es más escandaloso matar a los pobres” (declaraciones de Louis Aragon en LUI, 1974), que se declaraba partidario de la Santa Inquisición y que encontró su alma gemela en la diabólica y materialista Gala.
Como artista carezco de criterio para comentarle. Creo que he visto poca obra del ampurdanés y su museo ni lo he visitado ni pienso hacerlo. Soy incapaz de separar el personaje de la persona, al menos en alguien tan cercano en el tiempo, en alguien de quien todavía recuerdo su aspecto vergonzoso, apareciendo en televisión diciendo sandeces, junto a una Gala octogenaria, lazo en cabeza, sonriendo con cara de mona a chavales que podían ser sus nietos por edad, y a quienes utilizaba sexualmente.
Han existido artistas perfectamente prescindibles. Por eso, cuando se manifieste que Lorca y Dalí fueron muy amigos “y se quisieron mucho”, hay que decir a continuación cómo finalizó la relación, pues Lorca no merece que se le relacione con el Dalí que emergió a partir de 1928.

martes, julio 25, 2006

La paz y la palabra

Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Miguel Hernández

Llevo meses tratando de evitar –incluso entre los amigos- la polémica sobre el proceso de paz iniciado por el actual gobierno. Pero no se puede asistir a este hecho sin ponerse al lado de unos u otros. Mi generación ha convivido con el terrorismo. En los años sesenta, cuando los primeros atentados, nosotros éramos muy jóvenes. Durante más de cuarenta años hemos padecido unos hechos que, si bien a la mayoría no tocaron directamente, los sufríamos. Las imágenes nos acompañaban en todos los telediarios, en todos los periódicos, en las tertulias. Al principio, porqué no decirlo, veíamos en aquellos chicos del Norte la esperanza del fin del franquismo, y personas que después militaron en partidos centroderechistas, defendían, aunque fuera en petit comité, el arrojo de unos jóvenes que se jugaban, literalmente, la vida por unos ideales. Después el problema se fue haciendo insoportable, no veíamos la necesidad de que esa barbarie continuara. Hasta llegar a la visión chulesca, desalmada e insultante de los asesinos de Miguel Ángel Blanco ante el tribunal y, lo que es más desgarrador, ante los propios padres del concejal asesinado, han pasado demasiados años angustiosos.
¿Qué persona bien nacida no lloró con la crueldad que supuso el asesinato a cámara lenta de Miguel Ángel Blanco? ¿O ante la barbarie de Hipercor? ¿O ante el atentado contra la casa-cuartel de Zaragoza? Oíamos decir que eran acciones de guerra, como si en la guerra toda valiera también, en el caso de que la propia guerra fuera –que no lo es- lícita y decente. Después vino lo de Lasa y Zabala, y nos siguió pareciendo otra barbaridad, lo de los GAL fue inadmisible ¡que un Estado combatiera con armas de terror teniendo en sus manos la Justicia!
Esto que vivíamos, que hemos vivido todos, de una u otra forma, con años de tensión terrible, nos ha hecho pensar, decir y, sobre todo, desear, muchas veces que finalizara. Por eso, cada vez que un gobierno nos hacía tener esperanzas de una paz necesaria, esperábamos con el ánimo suspendido. Intentábamos enviar todas las fuerzas posibles a fin de lograr que saliera bien. Y esos empujes morales, esa fuerza que, como mentalistas al uso, intentábamos trasladar a los encargados de abrir conversaciones, de iniciar un proceso, de buscar la paz a través de la palabra, esa esperanza iba también acompañada de las fuerzas políticas en la oposición. Estoy segura porque existen hemerotecas que acostumbro a utilizar. Muchas personas, yo misma (abstencionista irredenta) me dije, como el PP logre acabar con el terrorismo le votaré de por vida.
Y ahora, cuando por fin parece que la esperanza tiende la mano, cuando los telediarios no se abren con imágenes de chatarra retorcida y humeante, el Partido Popular, fiel a la política que mantiene en los últimos veintiséis meses, fruto de una pataleta y un berrinche diré infantil, por ser amable, se opone por activa, pasiva y perifrástica, por derecho y al bies, a que se inicie un proceso de paz.
¿Qué locura es esta? ¿Para qué necesita el PP la existencia de ETA matando? Es terrible esta pregunta, pero se la hacen ya demasiadas personas. Y estas personas, al igual que yo me dije como el PP lo logre le votaré de por vida, también lo piensan, ahora del PSOE. Si Rodríguez Zapatero acaba con ETA, hay PSOE para años. ¿Y qué? ¿Tan difícil es ser generosos unos años más, si a cambio se consigue la paz? ¿Va a ser verdad que el poder para la derecha es algo consustancial a ella misma?
En una democracia seria, adulta, sana y consolidada (ya va siendo hora de que la española lo sea), la alternancia del poder es algo natural. Tampoco es tan grave, si tenemos en cuenta que aquello que los dos partidos mayoritarios en España defienden es, básicamente, lo mismo: la consolidación del poder económico y el que las clases sociales se encuentren cada año que transcurre más y mejor delimitadas.
Hasta en las guerras más terribles (si es que alguna lo fuera menos) los contendientes firman paces desde que el mundo es mundo. Particularmente, y al margen del valor semántico que cada cual quiera otorgarle al concepto, creo que, puesto que provocan terror, es igual guerra que terrorismo. Si, como tantos intelectuales afirman, el hombre sólo se diferencia de las demás bestias por el lenguaje o, directamente, el hombre es lenguaje ¿para qué sirve la palabra si no es, fundamentalmente para evitar muertes, para conseguir la paz?
Pau Casals (quien se negó a volver a España, incluso después de muerto, si antes no había desaparecido el dictador), dijo: “La paz ha sido siempre mi mayor preocupación. Ya en mi infancia aprendí a amarla. (…) Hace muchos años que no toco el violonchelo en público, pero creo que debo hacerlo en esta ocasión. Tocaré una melodía del folclore catalán: El Cant dels Ocells. Los pájaros, cuando están en el cielo, van cantando: Paz, paz, paz, y es una melodía que Bach, Beethoven y todos los grandes habrían admirado y querido…”.
¿Quién no quiere la paz, aunque fuera (que no lo será) a cualquier precio? ¿Por qué ni tan siquiera quieren que se inicien unas conversaciones? ¿Por qué la Iglesia Católica, cuyo lema es el perdón, financia un medio de comunicación que se opone tajantemente al proceso? Ya existen en este país demasiados mártires santificados.

domingo, julio 23, 2006

Fútbol, tenis y otras diversiones inofensivas

Por los años sesenta y setenta, entre la progresía estaba hasta mal visto ser aficionado al fútbol, y por lo visto, entonces todavía se le podía considerar deporte (pasatiempo, diversión, placer…) y no espectáculo y negocio. Eran otros tiempos. Los que luchaban contra el régimen franquista y los que sin luchar, resistían, y hasta aquellos que ahora afirman que estuvieron, en mayo del 68, levantando adoquines en las calles de París, aunque por esas fechas tomaran baños de sol en Alicante, por ejemplo, todos estos colectivos afirmaban, sin mucho error, que el régimen quería tener al pueblo entretenido y, a poder ser, anestesiado.
Ignoro si eran muchos los que acudían a los estadios de fútbol haciendo caso omiso de los progres, o veían los partidos en sus casas delante de una televisión todavía con una programación aceptable e incluso interesante a determinadas horas (recuérdese “La Clave” o “Estudio 1”, por ejemplo). Pero lo cierto es que, en muchos ambientes, lo del fútbol estaba mal visto.
Las noches del sábado se salía a cenar, o se invitaba a los amigos a casa. En el primer caso no existían los televisores en el comedor, en el segundo, permanecían apagados, aunque una panda de señores se dedicara a ir detrás de una pelota. Se hablaba mucho, se comentaban libros, se reía, se jugaba a adivinar películas con mímica, o se recitaba, o se ponía a parir al gobierno, o se escuchaba a Quilapayun y a Víctor Jara. Esto entre la gente de clase media normalita. Los obreros puros y duros corrían delante de los grises en el cinturón del Llobregat o en el del Besós, en Barcelona. La gauche divine de Bocaccio, era ya otra historia, y qué decir de la alta burguesía, que como decía el alcalde de Calafell en la presentación de un libro, está pidiendo a gritos un estudio a fondo, pero tampoco veían fútbol.
Han pasado los años, la televisión ha ido involucionando y los deportes, con el fútbol a la cabeza, también, y han dejado de ser eso para convertirse en un artículo de consumo salvaje, en especulación per se y por lo que conlleva (sólo es necesario interesarse por el currículo de los presidentes de los clubes de fútbol y demás directivos).
Treinta años después de la muerte de Franco, la televisión y el deporte han formado un contubernio que para sus arengas patrióticas quisiera el dictador. Horas y horas de deporte nada menos que en TV2, la que podría considerarse televisión de las minorías. De las privadas, ni hablemos. Pero ya no es el fútbol solamente. Se trata, por lo visto, de crear figuras en la diversión que sea: carreras de coches, de motos, tenis, natación, ciclismo, hípica, atletismo, vela… Y para eso, nada mejor que los medios de comunicación, con la televisión a la cabeza. Y por supuesto, sin reparar en cómo se consigue, véase la última investigación sobre el dopaje en algunos ciclistas, que si este tipo de drogas no estuviera perseguido…
Una vez se ha enganchado a la gente y los deportistas de élite se han convertido en figuras (aunque a algunos haya que relacionarlos sentimentalmente con señoritas del honor distraído), se coloca el listón bien alto para los adolescentes (que viene de carecer, por ejemplo de criterio), quienes ven en ellos ejemplos a seguir, y no precisamente en el deporte, sino en aquello para lo cual el capital les contrata una vez convertidos en figuras: en anuncios que caminan.
Y estos pobres adolescentes vuelven locas a las familias, que no saben cómo contrarrestar el efecto obnubilador que el binomio deporte-figuras ejerce en ellos, queriendo a toda costa copiar las ropas que visten, los coches que anuncian o el yogur, o lo que sea.
Este comentario tan largo viene motivado por el disgusto que me llevo cada vez que TV2 deja de emitir el programa “Saber y ganar” para programar todo tipo de deportes. ¡Eso es respeto por la minoría!

La lanzadera a Calatayud

Tal vez el entusiasmo que algunas personas muestran por el ferrocarril (entre las que me encuentro), sea algo trasnochado y romántico. Una vez escuché decir que el tren es impropio de países adelantados y todavía me río. Los enclaves más desarrollados de España tienen una red ferroviaria de envidia y estoy convencida de que si existiera en toda la península, y dejaran de circular vehículos pesados por las mismas carreteras que los ligeros, las muertes se reducirían de manera drástica.
La historia del tren y Soria es tan lamentable como la del tren y Teruel, Zamora, o cualquier otra ciudad de las mismas características. Además de lamentable es reiterativa y tal vez de tan repetida pueda ocasionar el efecto contrario al que se pretende, como sucede con determinado periodista que está logrando que amemos profundamente a Montilla.
Por otro lado existe un profundo culto al vehículo privado con total desprecio por lo razonable y solidario que supone el utilizar el transporte público, por lo que, quizá, de existir una red de trenes medianamente aceptable en Soria, podría ser que fuera poco utilizada.
Pero, al margen de especulaciones, el caso es que a noventa kilómetros de Soria, concretamente en Calatayud, existe un núcleo ferroviario muy importante por donde en la actualidad discurre el AVE, con una estación modernizada y por lo tanto muy cómoda.
Hace ya algún año que venimos escuchando el tema de la lanzadera. Me parece recordar que en algún momento de estas conversaciones, proyectos o negociaciones, se habló del 2006 como año en el que estaría lista para prestar servicio. Sinceramente he de decir que no sé qué administración está interesada en el tema, ni si es una o son todas.
La última vez que viajé a Tarragona en tren, mientras en el andén de Calatayud esperaba la llegada, encontré dos personas más de Soria. La pareja había ido en su propio vehículo dejándolo aparcado hasta la vuelta, y a mí me había llevado mi hija.
Creo (con todos los respetos a los políticos que son los que deben ocuparse en pensar soluciones) que mientras llega la lanzadera tal vez sería suficiente un microbús, un monovolumen o algún vehículo parecido. Porque se da la casualidad que a Calatayud no se puede ir con ningún transporte público, no existe. Podría plantearse como prueba, resultaría asequible para la administración que sea, y posteriormente y si fuera necesario, invertir en la lanzadera. Podría ser que ni tan siquiera hiciera falta esa infraestructura y el servicio estaría perfectamente cumplido con un vehículo de cuatro ruedas.

lunes, julio 17, 2006

La sensibilidad de algunos oídos

Hoy, día 14 de julio, escuchaba una entrevista que le hacían, desde la SER, a un componente de un grupo musical joven que va a actuar en Martialay. ¿Quizá “Petardo Infecto” o “Pangea”? Ese dato tiene poca importancia. El caso es que, entre otros temas, han tocado el de los ensayos. Parece ser que los muchachos tenían un local, insonorizado de forma artesanal, es decir, por ellos mismos, en un Barrio de la ciudad. Un buen –o mal día- se instaló a vivir en ese Barrio –no pared con pared- alguien con el oído delicado y muy sensible.
La cosa acabó con el obligado abandono del local por parte de los jóvenes, no por exceso de ruidos –que no los hubo tal y como debió constatar la Policía Municipal en sus requeridas visitas, aparato para medir decibelios en mano- si no por otros vericuetos legales recorridos por los denunciantes.
Soy la primera en desear, y buscar, silencio y tranquilidad, pero también soy muy consciente de que esto no puede conseguirse viviendo en comunidad. Para esa deseada paz es necesario construirse una cabaña en mitad del bosque. Donde resido he de aguantar las motos y su exceso de ruido, los coches y su exceso de velocidad, la televisión de los vecinos, las persianas de metal subiendo y bajando, el camión de la basura a horas intempestivas volcando los contenedores, en fin, todo el ruido que generan las actividades habituales de una comunidad. Todo ello es, en gran medida, inevitable.
Mis preguntas –retóricas, naturalmente- son
¿Los vecinos protestarían si en lugar de gente joven ensayando música rock, se escucharan rogativas?
¿Protestan cuando, durante meses, las cofradías ensayan con tambores y trompetas para afinar en Semana Santa?
¿Osan decir “esta boca es mía” cuando, durante cinco interminables días, las peñas y cuadrillas de las Fiestas de San Juan recorren, una y otra vez, todas y cada una de las calles de Soria y sus Barrios?
Ni estoy haciendo juicios de valor, ni trato de decir que estos ruidos, sonidos o como quiera llamárseles, me molestan o no. Estoy, sencillamente, constatando, una vez más, que sea en el ámbito que sea, lo que mucha gente de esta tierra no soporta es que se cambien los pasos y los jóvenes puedan vivir de manera distinta a como se los han marcado. Es más, creo directamente que a la mayoría de los habitantes de esta provincia les molesta, y mucho, la gente joven y hasta los chavalillos. No voy a enumerar los casos concretos que conozco, pero los conozco. Sólo con molestarnos en recorrer muchos patios de vecinos, podemos ver las prohibiciones: jugar a la pelota e ir en bicicleta, entre y sobre todos.
Llevo años repitiendo el comentario hecho por una señora de Villar del Ala: “Un pueblo sin niños, sin jóvenes, es una tristeza grande, es un lugar sin presente y sin futuro”.

sábado, julio 08, 2006

Vivir Barcelona a través de La Catedral del Mar

Antes, cuando viajaba de Tarragona a Barcelona, descendía del tren en el Passeig de Gràcia y bajaba las Ramblas hasta las Drassanes, para volver, de nuevo Ramblas arriba, y callejear por el Barrio Gótico. Desde que leí La Catedral del Mar, de Ildefonso Falcones de Sierra, dejo el tren en la decimonónica estación de Francia –donde llegué por primera vez un lejano 1963-, cruzo y me adentro, por el Born, en el Barrio de La Ribera.
Nunca ese arrabal había llamado especialmente mi atención, a pesar de las muchas noches de sábado finalizadas allí, viendo amanecer y comiendo chocolate con churros, en compañía de gente que ya por la década de los sesenta tenía el pensamiento libre e independiente. Se trataba de personas llegadas de distintos puntos del Estado, anhelantes de una libertad que en sus lugares de origen les habían negado. Otras, en cambio, añorantes, se agrupaban para recordar el paraíso perdido. Es bien cierto que la distancia agranda las cosas, y cuanto más importantes son para el espíritu de cada cual, más la agranda.
Me fijo en Montjuich e imagino sin edificación alguna el largo trecho de la montaña hacia la Iglesia del Mar, sin haberle ganado todavía terreno al Mediterráneo, y veo a los bastaixos, cargados con grandes piedras de la cantera real, llegar y dejar caer la carga, para que la iglesia siguiera elevándose. O a Arnau, cargado por vez primera, iniciándose en el oficio y ofreciendo a la memoria de su padre el tremendo esfuerzo.
No localicé la plaza del Blat, tal vez no la busqué bien, o alguna de las remodelaciones de la gran ciudad se la llevó por delante. Me hubiera gustado saber dónde fue ajusticiado Bernat, el padre de Arnau, tan piadosamente quemado por su propio hijo a fin de evitar que su cadáver se pudriera a la vista de todos.
La calle Moncada la recorrí pensando cuál sería el palacio (si es que todavía se conserva) de la arrogante baronesa, el que más tarde adquiere el protagonista. Este es uno de los hechos que el lector espera con mayor desasosiego ¿llegará el momento en que el niño Arnau y su padre puedan ser vengados por el Arnau hombre? Hasta entré en uno que alberga en la actualidad el Museo del Vestido y lo recorrí imaginando a la odiosa mujer arrojada de su antigua propiedad. Trataba también de localizar la casona donde la última esposa de Pere el Cerimoniòs, la reina Sibil.la de Fortià, pasó los últimos años de su vida, en compañía de su sobrino, archidiácono de la Catedral del Mar.
En el Passeig del Born, ancho y arbolado, es posible imaginar los caballeros reunidos en torneos, unos ganando y otros acudiendo a los prestamistas, que también tenían la sede, como los cambistas, en el Barrio de la Ribera. El sonido de los cascos, de la pesada armadura, el choque de las lanzas…
El Barrio se conserva bien, para lo que podría haber sucedido con él de hallarse en otra ciudad menos civilizada. Por eso es posible recorrer casi todas las calles que aparecen en la novela. Banys Vells, Canvis Vells, Fossar de las Moreres, y la hermosa iglesia del Mar, de estilo gótico limpio, austero si no fuera por las vidrieras y el rosetón, estrecha y elevada, elegante.
Algo más alejado del barrio, el Call tiene mucho protagonismo en La Catedral del Mar. Esta es, en la actualidad, una de las calles más deterioradas de las que aparecen en la novela, desde que se abrió la calle Ferran. El asalto a la judería está muy bien contado, aunque la novela no llega hasta el año 1391, cuando tiene lugar la más terrible.
Otros lugares de Catalunya aparecen en la novela, como Creixell del que haremos un comentario en nuestro web de Tarragona.
La novela, que sigue la crónica del rey Pere de Aragón-Catalunya, es dura, a veces mucho, como debía ser la Catalunya del siglo XIV, pero también rica, próspera ya, con oportunidades, dedicada al comercio allende el Mediterráneo, con una clase artesana potente y una Justicia digamos variante, según la interpretaran los agentes del rey, en Barcelona y la Catalunya Nova, o los nobles, señores de la Catalunya Vella. El autor cuenta una historia tan dura como la época, pero también tan esperanzadora.

martes, julio 04, 2006

A vueltas con las viviendas

¿Ha llevado algún partido político a los tribunales el asunto de la vivienda en España?
A ver este artículo de la Constitución:

Titulo I. Capítulo 3º
Artículo 47
Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos.

¿Cómo es posible que al Partido Popular le interese más quien ocupa el lado de la cama de cada cual, recurra al Tribunal Constitucional por la Ley de Matrimonios Homosexuales, y no lo haga por lo que está sucediendo en España con las viviendas?
No conozco a nadie que, habiéndose hecho rico con la especulación urbanística, o cualquier otra, vote a partidos de izquierdas. ¿Será acaso por eso que el Partido Popular prefiere recurrir temas íntimos y privados como la tendencia sexual de cada cual, en lugar de meterse a fondo con lo que interesa a todos, excepción hecha de los especuladores?

Creyentes y no creyentes

Muchas personas de este país no son creyentes, o no practican ninguna religión, que son dos temas distintos, por mucho que a veces se intente hacerlos aparecer como iguales. Porque muchas personas creen en la evolución, en la versión científica de la formación del Cosmos, en la naturaleza como sustentadora y generadora de toda la vida, y en cien teorías más, y no por ello practican religión alguna.
Otran creen en Dios, íntimamente, para adentro, y tampoco practican religión alguna ni pertenecen a ninguna iglesia.
Muchos sí pertenecen a iglesias distintas, y entre esos, bastantes a la Iglesia Católica. No he consultado ninguna estadística, pero a buen seguro que el porcentaje es muy elevado. No descubro nada si digo que la Iglesia Católica –como cualquier otra- necesita la clientela, pues en base a ella tendra más o menos fuerza para conseguir lo que se propone. A este fin –la clientela- estuvieron dedicados los representantes de esta iglesia a partir de 1939, después de haberse percatado del riesgo que hubiera supuesto para ellos la continuación de la República con sus programas. Los siguientes cuarenta años fueron de un denodado esfuerzo para hacer ver, sobre todo en el ámbito rural, la necesidad –la obligación, mejor dicho- de casarse por la iglesia y bautizar a los neófitos, para aumentar la clientela. Baste recordar quienes eran los encargados de firmar los certificados de buena conducta, que por supuesto jamás se hubieran dado a personas sin haber pasado antes por la pila bautismal. La fe de bautismo, como se llamaba al certificado, era indispensable hasta para matricular a los niños en las escuelas, públicas, por supuesto.
Llegaron unos años, más o menos desde la Gloriosa Constitución hasta principio de los noventa, en los que las bodas civiles se impusieron, los niños no se bautizaban, y algunas personas que habían sido bautizadas por el qué dirán, colaborador íntimo del clientelismo religioso, decidieron apostatar (que pruebe alguno, a ver si lo consigue). Entonces, de alguna forma que no alcanzo a ver, se formó un contubernio –quizá implícito y casual a la vez- entre el comercio y la iglesia, y se notó un cierto volver al conservadurismo, las bodas por la iglesia, los bautizos, las listas de boda, los viajes exóticos, fotos sinfin, películas, los vestidos imposibles y los banquetes insoportables, con señores encorbatados y señoras serias cuando no llorosas. Todo mezclado, todo a la vez, y el dinero ganado a fuerza de horas extras, perdiéndose por la corriente de los comercios especializados.
Hasta estaría de acuerdo con esta lucha de la Iglesia por la clientela. Muchas personas aceptamos –sin creer e incluso teniendo que sostener la tecla para no decir todo lo que sentimos y pensamos sobre el tema- los repiques de campanas (que son bonitos), las procesiones por todas las calles, las romerías (que tienen su encanto y a las que acuden creyentes o no). Hasta nos aguantamos cuando vamos a visitar un edificio religioso notable restaurado a medias por la Iglesia (a su vez subvencionada por todos) y el departamento de Cultura civil que corresponda (con nuestros impuestos) y lo encontramos cerrado a cal y canto. Incluso cambiamos el canal sin protestar demasiado cuando la televisión pública ofrece oficios religiosos católicos todos los domingos, o dedica –ahora va a suceder otra vez- horas y horas a las visitas papales. Como dice mi hermana Maruska, los agnósticos somos las personas más respetuosas que existen con las creencias de todos los demás. ¡Con las creencias! Que nada tienen que ver con la Iglesia.
Si lo analizamos bien, la Iglesia Católica no tiene toda la culpa de que la televisión pública le dedique tantas horas en detrimento de las minorías que preferiríamos ver más teatro, cine de arte y ensayo sin cortes publicitarios, programas de literatura, y cosas parecidas, si se lo dan, pues miel sobre hojuelas. Pero muchos creemos que es hora ya de que esto cambie. El título primero de la Constitución, en su artículo 16, apartado 3, dice:

Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.

¿Qué quiere decir lo de cooperación? ¿Hay que seguir pagando? ¿Por qué una religión, una creencia íntima, ha de ser financiada por todos los españoles, creyentes o no? Lo de la casilla en la declaración de la renta no llega, y como no llega, el dinero sale de todos. ¿Se va a seguir financiando mucho tiempo más las creencias y la religiosidad de un sola confesión en detrimento, por ejemplo, de la investigación científica? ¿Se les ha olvidado a los católicos que el quinto mandamiento de la Iglesia Católica señala la obligación de ayudar, cada uno según su capacidad, a subvenir a las necesidades materiales de la Iglesia, ellos, los creyentes?
Y los gobiernos socialistas que fueron y han sido están permitiendo que suceda con la Iglesia Católica lo que no se conoce de ninguna iglesia de otros países, y es que, gracias al poder que todavía tienen por mor de la financiación con el dinero de todos, intervenga de la manera que lo hace en la vida política y social. No se limitan a participar con el voto, si no que tenemos que soportar a sus miembros, en calidad de tal, manifestar y opinar sobre educación, sexualidad, legislación... tratando de torcer y manipular, con potentes medios de comunicación a su servicio que predican todo, menos la doctrina que sustenta a la Iglesia.
¿No va a cambiar esto nunca? Han pasado más de veinte siglos de poder de la Iglesia, por encima de todos los poderes. ¿No es ya suficiente?

domingo, junio 25, 2006

Donde el mar se convierte en jardín. Viaje a Mallorca


¿Qué tendrá Mallorca –me había preguntado muchas veces- para ser reclamo de artistas, de escritores, de bohemios? Hace unos años recibimos un correo electrónico de Sant Joan, pueblo del interior de la isla, recabando información sobre cierto personaje histórico que vivió en Soria sus últimos días y fue inhumado en la ciudad castellana de la Altimeseta.
Una pedante al uso diría que ese correo significó un antes y un después. Pero en realidad supuso un enriquecimiento personal importante, porque gracias a él tuve ocasión de conocer a unos seres ricos en valores humanos, que es la única riqueza perdurable, sólida y alejada de toda sospecha en la adquisición de la misma.
Intercambiamos conocimientos. Un día, al principio del ir y venir electrónico, Pep –Josep Mas i Llaneres- me preguntó cuánto tenía que pagarme por algo –no recuerdo- que le envié por correo normal, y le pedí que me regalara algún libro sobre Mallorca. Su generosidad sin límites le llevó a regalarme el mejor, “Malloca”, del Archiduque Luis Salvador, un volumen de casi setecientas páginas, una belleza bibliográfica con grabados antiguos, que despertó en mí el deseo de conocer la isla.
Y como una persona así se rodea de los mejores o, como diría Ortega y Gasset en el artículo que escribió sobre el soriano José Tudela, “es amante de lo excelente”, Pep tiene por amigos a Clemente (el pintor bohemio de largos cabellos canos y capa negra), Rosario (su mujer extremeña), Miquel (el tímido profesor) y tantos otros quienes, un buen día, decidieron que ya no podía negarme más a visitarles y nos invitaron Leonor, mi hija, y a mí a esa hermosa isla que les sirve de buen soporte. A las pocas horas de aceptar, teníamos los pasajes en la agencia de viajes.
Sinceramente, contar cómo nos sentimos Leonor y yo en casa de Pep, con su esposa Marga, y con su madre, madó Marguelide, además de con la familia de Marga, significaría desnudar demasiado los sentimientos.
Entre pactos de caballeros, reuniones manducatorias con personas unidas por el amor a la Historia de Mallorca y a su dinastía, finiquitada en los albores del siglo XV y no a mediados del XIV, gracias al honor y tesón de quien siempre se hizo llamar Ysabellis, regine Majoricarum, vino de casa, vino del Arxiduc, arroç brut, sopas mallorquinas, butifarra casera y un a modo de caricaturas que nos hizo la niña Tanit, fuimos visitando la Isla.
La Sierra del Oeste, Deià, el monasterio de Lluc, Valldemossa (George Sand no entendió a las mallorquinas), la decadente y romántica casa del Arxiduc, desde cuyos jardines vería arribar la nave de su prima la emperatriz Isabel (Sissi para los cursis) y la mar siempre presente, colándose por la roca foradada, sin pieles que refrescar, ni reales ni plebeyas. Era invierno, pero sólo se notaba en la ausencia de turistas, por lo demás, todo olía a hierbabuena aunque aún las hojas estuvieran en el limbo, y a aceite, que los frutos sí colgaban maduros de los olivos varias veces centenarios, y los trujales de la possesions (que aparecen por aquí y por allá, recuerdo del pago que los reyes y los nobles hacían a los que le apoyaban) rezumaban la suavidad del óleo sanador y ungidor.
Después, en Tarragona, me dí cuenta de que, en una de las rutas, Pep nos había hecho recorrer la de Lluchmajor, o mejor, la ruta que Jacme III siguió el verano de 1349 para tratar de recuperar su reino, invadido por Pere el Cerimoniós. Nunca el sentimiento imperialista fue bueno, ni tan siquiera en el siglo XIV. La bahía de Pollença, Alcúdia (un auténtico espectáculo sus murallas medievales iluminadas), Sa Pobla (Huyalfàs fue su primer nombre, del árabe, y dicen que significa “agua de prado”), Muro, Inca, Sineu (donde todavía aparecen los restos de uno de los palacios de los Reyes de Mallorca, mandado construir por Jaume II en el año 1309), Porreres, y Lluchmajor…, donde el rey legítimo perdió definitivamente el reino y con él hasta la misma cabeza. En el centro del pueblo han levantado un monumento a Jaume III, en el mismo campo de batalla.
La Ciudad. La Almudaina y sus jardines donde Jacme e Isabel jugaban sin adivinar sus tristes destinos. Bellver, donde sufrieron la primera cautividad. La hermosa catedral, con ajustes de Gaudí y su vegetación reusenc, mediterránea también, esperando los restos del último rey, el dissortat Jacme, ¡más de seis siglos en frías tierras! El mausoleo de Raimon Llull, el call. Una ciudad mediterránea encantadora, a la medida del hombre (Pep tuvo el buen gusto de no llevarnos a ver chalets, casas acosadas y barcos de la realeza).
Sí visitamos, en Sant Joan, el santuario de la Mare de Déu de Consolació, del siglo XIII donde, cada año por Viernes Santo, tiene lugar el Desvallament, en el que Pep participa.
Como tal vez dijera Ysabellis, la última reina de la monarquía mallorquina, recordando su reino en compañía de su vieja ama, Mallorca es como la nota que arranca el juglar a la tiorba, y se alarga y eleva, y va descendiendo hasta enmudecer en la suave curva de una ola. Mallorca huele a alfábrega. Y a la vez es brava como la costa de Pollensa donde se cobijaban las crías de los halcones que tanto agradaban a mi tío Sanç, a mi tío Pagà, a mi padre…

sábado, junio 17, 2006

El loco de la colina

Miércoles, 14 de junio, sobre las veintitrés horas. Programa “El Loco de la Colina”. Dos hombres frente a frente, a cual más interesante, Jesús Quintero y el ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar.
Pregunta del “Loco”
“¿Por qué las cárceles están llenas de gente humilde y no de poderosos, que roban más?”.
¡Con un par, si señor!
La respuesta del ministro…, creo que se fue por los cerros de Úbeda, pero algo contestó, aunque no lo recuerdo. Da igual, tampoco su respuesta hubiera cambiado las cosas.

lunes, junio 12, 2006

De presos y prisiones

A lo largo de un año he visitado, de manera periódica, una prisión. Importa poco decir cuál, pues más o menos todas funcionan de forma parecida, y por otro lado no es el objeto de este comentario dar a conocer ese funcionamiento, siempre desde el punto de vista de los internos.
El hablar con presos, ya sea con rejas y cristales por medio o por teléfono, el conocer sus historias, el mirar sus ojos para tratar de adivinar cuándo mienten o cuándo no –como el resto de los humanos-, el leer sus cartas, el interesarme por otros jóvenes que, ya libres, han pasado por los centros penitenciarios, me llevó a escribir una novela –“Veintiséis años y un día”- que, posiblemente, no vea nunca las letras de imprenta. Sobre todo, me hizo pensar, y mucho, en las causas que llevan a nuestros jóvenes, sobre todo a ellos, a delinquir, y a la función de las cárceles en la sociedad.
Sobre esta función, está casi todo dicho en tratados de Psicología, Psiquiatría y Sociología, y divulgado en revistas científicas. Hay teorías para todos los gustos, desde las que, auspiciadas por el poder –sea el que sea- ven en las cárceles lugares donde los hombres allí encerrados van a formarse espiritualmente, hasta las más críticas que abogan por los regímenes abiertos. Y si nos remontamos a la época en que los libertarios rozaron la felicidad -¡a qué no decirlo¡- pero por tan poco tiempo, la teoría –a la que me uno- es que la mejor cárcel es la que no existe. Creo que en esta línea podríamos inscribir la teoría de la revista Panóptico y otras publicaciones auspiciadas desde la extinta COPEL, que recogen de primera mano el problema y la falta de soluciones interesantes.
Los centros penitenciarios son, por ejemplares que quieran aparecer a la sociedad, lugares donde los allí encerrados pagan su deuda con la sociedad, y no un lugar para rehabilitarse e incorporarse con pleno derecho a la sociedad en la que vivimos. Porque, recurriendo al mundo platónico, una cosa son las leyes y su filosofía –o sea, la Idea- y otra distinta la aplicación de la misma, llevada a cabo (en esta como en cualquier otro ámbito) por seres humanos, con tantas interpretaciones de la letra como cabezas pensantes existen dentro de esos centros o cualesquiera otros.
Pero ¿qué deuda es la que pagan los internos de las prisiones a la sociedad que ésta, a su vez, no tenga con ellos? ¿Y a qué tipo de sociedad nos estamos refiriendo? ¿A esa que es capaz de colocar en un espacio de apenas quinientos metros cuadrados –aludo a una estación de autobuses, pero valdría para otros recintos- ¡cuarenta y dos carteles prohibiendo algo!? Tal vez nos estemos refiriendo a esa otra que tiene a determinados medios de comunicación como portavoces de los poderosos, como el escaparate de lo que inventan y recrean miles y miles de mentes al servicio del capital salvaje en aquel lejano país que domina al mundo, como la ventana por la que se asoman políticos más malvados que la madrastra de Blancanieves, para forzar guerras, votos y voluntades, para mentir y manipular, para hacerse con el botín en las urnas de las mentes más primarias y dóciles. Y qué decir de esa sociedad que coloca el listón alto, altísimo, un listón que los adolescentes y jóvenes, al pensamiento de ¿y por qué yo no puedo?, intentan alcanzarlo al precio que sea, aunque al final sean las rejas.
Pertenezco a ese grupo de personas que piensa, sin rubor alguno, que la sociedad es la mayor culpable –que no la única- de lo que ha sucedido, sucede y sucederá, entendiendo por sociedad a casi todos los que la componen y, por supuesto, yo misma. Nadie, pues, desde mi punto de vista, está libre de culpa. La sociedad somos todos, no es un ente abstracto en cuanto está perfectamente definida, estructurada y compuesta por seres humanos.
Cuando me refiero a la sociedad lo hago partiendo de la célula por excelencia, la familia, desde su núcleo central hasta todo lo que cada cual considere que este concepto deba abarcar, siguiendo por el pueblo, la ciudad, el país, la Iglesia y, por encima de todos, los políticos, esos encargados de regir y administrar los destinos de un país, cuanto más cohesionado, cuanto más dócil, cuanto más integrado en un sistema del cual ellos también son víctimas a la vez que verdugos, mejor.
Hasta ahora la mayoría de las familias funcionan jerarquizadas, y desde ellas, núcleo pequeño, se forman las otras instituciones, hasta la cúpula, sin solución, a no ser por vía de revolución. En las familias aparecen desde la madre castrante preocupada por la gente de su círculo social, pasando por el padre que quiere hacer al hijo a imagen y semejanza suya, a la fuerza si fuera menester y, cuando no lo consigue, le abandona a su suerte a la voz de “con este no hay quien pueda”. Es la misma conducta que después se va a reproducir en las otras instituciones incluidas, por supuesto, las prisiones.
Por eso creo con firmeza que el delincuente no nace, lo hacen, y además, delinque contra un sistema falso y carente de valores, por lo tanto en este caso, los conceptos también deberían ser revisados y adaptados.
Yo no puedo enfrentarme a un joven de apenas treinta años que se nos acerca a Luisa y a mí en la plaza del Pi de Barcelona a pedir un cigarro, con la piel ulcerada y los ojos vidriosos, y decirle que solamente él es culpable de lo que le sucede. Cuando, llegados a esa edad en que cada uno es responsable de su cara, casi siempre, si se ha llegado en circunstancias imposibles, nadie puede hacerse responsable de nada, ni de uno mismo.
Tampoco puedo cargar la culpa de su propia vida sobre Ernesto, Abel, “el Loco”, Práxedes y tantos otros que se pudrieron comidos por el SIDA y la droga en una cárcel concreta de una ciudad concreta, sabiendo, como sé, que quien entraba la droga era alguien encargado precisamente de evitarlo, aunque ella está ya dentro, pagando su deuda.
Por no hablar de los presos políticos que han sido, son y serán, en cualquier lugar del mundo, sin delitos de sangre muchos de ellos, sólo por haberse enfrentado a las leyes paridas por los bienpensantes de esta sociedad tan defectuosa como los humanos que la componen.

miércoles, junio 07, 2006

La excelencia de vivir en Soria

Muchas veces hemos escuchado “en Soria se vive muy bien”, referido al nivel económico que gozan sus habitantes. No sé cual es la media de renta per capita de esta tierra, pero sí puede decirse que la Estadística es la técnica (imposible llamarla ciencia) más injusta que se conoce, sin negarle su efectividad. La definición de Estadística viene a decir que se trata de “la manera de obtener indicaciones probables de conjuntos imperfectamente conocidos”. Desde luego.
Para calcular la renta por persona se suman los beneficios de un agricultor con una hacienda en propiedad de cinco mil hectáreas, por ejemplo, más el sueldo de un político (las dietas no entran, no sé porqué, con lo que les sobra para su particular pecunio), más los beneficios de cualquier prócer de la construcción (no se tienen en cuenta los ilegales), el sueldo de un funcionario del grupo A, I, o como sea, etc., y a ello se le añade (cosas de la estadística), la pensión no contributiva, cualquier otra pensión injusta, el sueldo de un chaval de veinte años con contrato de aprendiz, y todo junto, se suma y se divide por el número de los elementos, y ya tenemos la media. ¿Existe algo más injusto? Eso sí, aunque sólo sea en el mundo de la estadística, pobres y ricos forman un conjunto ideal.
Esto pensaba y de esto hablaba con un amigo, cuando pasó por allí Gregorio Alonso, esa magnífica y generosa persona, colaborador también con Cáritas, y digo también, porque Goyo está allá donde se le necesita. Le comenté el tema de la pobreza en Soria, la parte alícuota que le corresponde a esta provincia de los nueve millones de españoles que viven por debajo del umbral de la pobreza ¡nueve millones! Más del veinte por ciento de una sociedad que se define progresista, europea, justa... Gregorio me dijo que en Soria eso es muy difícil de saber porque poca gente lo dice. Los sorianos, de natural comedidos, aguantan de manera numantina sus necesidades. Los pobres ni tan siquiera se atreven a manifestar su pobreza, como si fueran ellos los culpables.
Al día siguiente de la conversación, Goyo dejó en mi buzón el boletín de Cáritas, la memoria del año 2004. Esta ONG, según mi criterio y a pesar de mi reconocido agnosticismo, es de las pocas, poquísimas, que actúa directamente sobre las necesidades tangibles y urgentes de las personas que se acercan a ella. Ya sé que muchos prefieren la Justicia, yo también, pero mientras llega, si es que llega, las personas se morirían, literalmente, de inanición, si organizaciones como Cáritas no practicara la caridad.
Bien, pues en el año 2004, Cáritas Diocesana de Osma-Soria había atendido a 2.993 personas y había invertido en sus necesidades perentorias más de ciento cincuenta y tres mil euros, casi veintiseis millones de las antiguas pesetas. A esta aportación social habría que añadir las acciones que lleva a cabo Cruz Roja, más los servicios sociales del Ayuntamiento, etc.
¿En Soria se vive bien? El que vive bien, como en todos sitios y lugares. Pero en Soria choca mucho más esta injusticia, se podría pensar que en una comunidad pequeña, donde, según dicen, todo se sabe, debería saberse, esto sí debería saberse, que viven demasiados conciudadanos, estos tres mil más no se sabe cuántos que no se atreven a decirlo, por debajo del umbral de la pobreza. Porque debe ser para ellos muy amargo comprobar cómo se debaten los temas más accesorios y superficiales sin tener en cuenta algo tan fundamental como es el drama particular que están viviendo enmedio de tanta tontería de ricos caprichosos y de administraciones con ganas de agradarles.

lunes, junio 05, 2006

Poner la zorra a guardar las gallinas

Creo que fue en las noticias de Cuatro donde Iñaki Gabilondo (quien por cierto da cada día una lección de cómo informar) dijo que un tercio de los billetes de quinientos euros que circulan en Europa lo hacen en España, procedentes del dinero negro, y que casi todos chocan con los ladrillos. A nadie se le escapa este hecho. Ya se sabe que España es el paraíso de los especuladores inmobiliarios. Uno de ellos, hace ya algunos años, cuando le pregunté sobre la costumbre de cobrar una parte del precio de la vivienda en negro, me dijo que era algo tan habitual entre el sector que nadie se lo cuestionaba.
Parece ser que alguien ha pedido a los bancos que se impliquen e informen sobre los clientes que demandan este tipo de moneda o sobre aquellos sospechosos de ciertas ilegalidades. ¿Cuándo se ha visto que se encargue a la zorra el cuidado del gallinero? Precisamente los bancos asesoran sobre las inversiones de todo tipo…
Pero, me pregunto ¿tan difícil es pillar in fraganti a un especulador del suelo que pide dinero negro? ¿Ningún funcionario de Hacienda, de Justicia, del Ministerio del Interior, de los Registros de la Propiedad, ha adquirido viviendas? ¿Juran, prometen, o se rigen estos funcionarios por algún código deontológico? ¿Están o no obligados a denunciar el delito?
Si se sabe el precio del metro cuadrado construido en todas y cada una de las ciudades, villas y aldeas de las distintas nacionalidades de este país, si se vocea, si se comienza a protestar por ello (¡ya era hora!) ¿Por qué cuando se escritura más barato no se persigue el delito?
Que digan de una vez que a nadie interesa perseguirlo, y acabemos.

El 112

Cómo protegerse de los kamikaces
Los límites de velocidad en las carreteras sorianas se respetan igual que se hace en el resto de la red viaria, o sea, nada. Cuando los jóvenes, y los no tanto, ven ante ellos unas pistas medianamente buenas y vacías, se van colocando con el pie derecho y el acelerador y ancha es Castilla. No me gusta dar reprimendas a los jóvenes, todos los que hemos rebasado esa edad, hemos pasado antes por esa etapa y con eso está dicho todo. Pero es que los que se matan en las carreteras son jóvenes sobre todo y las consecuencias de esas muertes acarrean la desgracia para el resto de las vidas a las familias, sobre todo a los padres. Y no digamos si, además de matarse ellos, se llevan por delante a otros, algo que sucede habitualmente. Cada cual haga con su vida lo que quiera, incluso se la quite, pero la de los otros ya es otro cantar.
Todo esto para decir que hace unos sábados en catorce kilómetros padecí tres infracciones graves, al menos dos de ellas. En la recta de Buitrago hube de padecer las luces largas del vehículo que circulaba hacia Oncala, durante dos o tres kilómetros. Un poco más adelante otro vehículo, que circulaba en la misma dirección que el anterior, pasó a velocidad de OVNI. Y ya rebasada la localidad de Garray, me adelantó un coche rojo, potentísimo, por la raya continua; no es que la pisara, es que comenzó y finalizó el adelantamiento por ella.
Bien cierto suena el último slogan de la Dirección General de Tráfico “no podemos conducir por ti”. Tampoco puede cada vehículo ir escoltado por agentes de la benemérita. Y por lo visto ningún político se ha planteado seriamente atajar de raíz el problema y obligar a los fabricantes de vehículos que abandonen la práctica de sacar al mercado estas armas ilegales. Casi nadie duda que el binomio político-capital produce muchas muertes. Si por un lado se trata de conseguir votos, legislan lo que haga falta y limitan la velocidad, pero si además de votos quieren dinero y llevarse bien con los poderes económicos, dejan que se fabriquen vehículos que pueden –y de hecho alcanzan- hasta los 220 kms./hora. Es el terror legal.
Habiendo llegado a la situación insostenible del elevado número de muertes de jóvenes en las carreteras, gracias a la mezcla de velocidad, alcohol, fiestas veraniegas, pasotismo total y manejo de vehículos fabricados a de manera ilegal, al ciudadano de a pie sólo le queda una solución, actuar por su cuenta y utilizar los servicios del número de emergencia 112.
En estos casos está justificada la alianza ciudadano-policía, porque nos puede tocar a cualquiera tropezarnos fatalmante con un kamikaze, y esa alianza evita muertes. Se trata de orillarse, sacar el móvil (ahora que todo el mundo cuenta con él), marcar el 112 (dicen que se consigue hasta donde no hay cobertura) e indicar a la Guardia Civil de Tráfico los datos que hayamos podido conseguir del kamikaze y la carretera donde se ha cometido la infracción.
¿No solicitan de vez en cuando colaboración ciudadana? Pues que hagan campañas también para estas situaciones.

martes, mayo 30, 2006

Las viviendas de los jóvenes

Hace ya muchos años que se comenzó a hablar y escribir sobre la despoblación. Yo misma, para el extinto Soria Semanal, y durante los años 89 y 90, recorrí la provincia buscando las causas de esa sangría, trabajo que diez años después vio la luz, por segunda vez, aumentado y corregido, en un libro. Ya hemos hablado de ello demasiado, aunque quizá no se haya hecho excesivo hincapié en el papel jugado por los propios sorianos, y tampoco voy a hacerlo ahora.
Lo más sangrante de todo esto es que, cada vez que el censo aparece, tenemos menos sorianos en él y no sólo por la propia inercia poblacional, sino por la huida (literalmente) de nuestros jóvenes. Por otro lado, durante los largos meses de invierno, la población de la provincia, envejecida, reside en la capital, creando la ficción de una ciudad bullente y la realidad de una provincia fantasma, casi tanto como aquel poblado de Esplugues de Llobregat, donde se rodaban películas del oeste antes de ser engullido por la autopista.
Todo esto está ya mil veces dicho, y también que a los políticos nacionales y regionales Soria les importa menos que nada, por aquello de los votos, aunque a los locales les importe algo más, por lo mismo. A veces recibimos correos electrónicos en los que se piden acciones revolucionarias, nada menos que eso, en la tierra del conservadurismo.
Una acción sensata sería construir en Soria capital y puntos claves de la provincia (no me refiero a las cabeceras de comarca) viviendas sociales para los jóvenes. Por ejemplo, en zonas menos pobladas de Pinares, Berlanga de Duero, extremos de la provincia como Langa de Duero, San Pedro Manrique, Santa María de Huerta. Pueblos atractivos pero casi deshabitados, como la ribera del río Ucero, Fuentepinilla, Andaluz. En fin, crear como un a modo de cinturón poblacional, aunque la industria, grande o pequeña, se instalara en Soria capital.
Porque está muy bien lo de las residencias de ancianos, incluso es fundamental, pero el futuro no está ahí. Esos centros a los que me adhiero por cuestión de edad (que ya vamos acercándonos) son lugares donde entran personas mayores y son sustituidas por otras mayores también y no precisamente porque les trasladen el puesto de trabajo.
El futuro sólo y exclusivamente está en la juventud. Pisos de venta o alquiler, sobre todo alquiler, a precio simbólico, y cuando digo simbólico, me refiero a cien euros al mes, por ejemplo. Sólo por eso ya se instalarían. Y en eso han de implicarse, sobre todo, Junta y Diputación.

Tsú o Buba

Desde hace mucho tiempo coincido con un joven en el supermercado, o en el camino a casa. Es negro y muy amable. Un día me acompañó hasta donde me dirigía con un paraguas. Habla castellano correctamente. Una vez, animada por la amabilidad, le pedí que hablara conmigo y me contara cosas de su país y de cómo le iba en Soria. Se asustó tanto que casi salió corriendo y creí que tal vez vivía sin papeles. Durante un tiempo me evitaba, hasta que en una ocasión le abordé diciéndole que si estaba ilegal, me daba igual y, entonces, más confiado, negó esa ilegalidad y se detuvo unos momentos.
Su nombre es para mí difícil, o sea que le llamaré Buba, como él mismo me aconsejó. Nació en la R.D. del Congo, no sé si lo de democrática será sólo el nombre o tal vez apodo. Entonces le conté todo lo que sabía de ese lugar, las perrerías que les habían hecho en nombre de un degenerado rey de los belgas, cómo les habían expoliado todo y, lo que es peor, la vida, la dignidad, el orgullo. Me dijo que a su abuelo, cuando sólo tenía nueve años, también le habían cortado una mano por no llegar a la cuota de recolección de caucho.
Buba se iba animando y le invité a un café. Entonces quise saber cómo le iba en Soria. Lleva once años entre nosotros y, en general, no está descontento. Sus hijos han nacido aquí y su mujer es de esas que encontramos por la calle con vestidos de hermosos colores y turbantes en la cabeza. Una de ellas me impresionó hace ya tiempo por su mirada triste mientras veía a los muchachos vestidos de tunos, tal vez ella tenía a los suyos lejos y les recordaba, o le venía a la memoria su propia juventud lejos de esta fría tierra.
Le insistía, quería saber si se sentía a gusto, si les tratábamos bien. Sí, sí, muy bien, lo único la falta de intimidad… Claro, le respondí, viviréis muchos en un piso. No, no, sólo nosotros, es muy pequeño. Ah, le dije, bueno, ya sabes, en el mundo rural pasan esas cosas, estamos siempre expuestos. Pero él no acababa de contar qué les sucedía, hasta que por fin, me dijo que el piso donde vivían era de alquiler y la dueña aparecía cuando menos la esperaban para comprobar si cuidaban o no el piso.
Me indigné hasta la ira. Resulta que esta familia vive en un piso de sesenta metros cuadrados, sin calefacción. Las ventanas no encajan, las tuberías se atascan cada dos por tres, el suelo cruje, una de las habitaciones rezuma humedad y, para pasmo y vergüenza de la propietaria, les cobra setenta mil de las antiguas pesetas cada mes. Lo único que le falta al habitáculo es derrumbarse y, todavía, ociosa y cotilla, aparece cuando nadie la espera para ver si le cuidan la mansión.
Le expliqué que él y su familia tienen derechos y la propietaria los estaba conculcando. Y me respondió que si la denunciaba no encontraría dónde vivir. Así de duro. No conozco a nadie de piel blanca que sufra esta situación, yo misma vivo de alquiler desde hace veinte años y jamás me ha sucedido nada semejante, muy al contrario, los propietarios, que también tienen una vivienda alquilada a personas no blancas, jamás se permitirían esa grosería, ese abuso.

miércoles, mayo 17, 2006

Declaración de intenciones


Hace años que estamos en la red con unos webs temáticos sobre Soria y Tarragona, donde, naturalmente, no cabe la opinión. Los que escribimos y pensamos (y/o al revés), necesitamos un vehículo para transmitir.
Por eso, desde este blog, pretendo dar a conocer mi opinión libre, sin que esté sometida a los dictados de cualquier medio, sobre aquello que nos acontece. Es una forma de sobrevivir en un mundo tan injusto y, a veces, tan absurdo. Es, también, una manera de sacudirse, en parte, la impotencia.